jueves, octubre 12, 2006

LOS AÑOS

Mario Stalin Rodríguez

melodía para alfabeto y orquesta

“Mi niña, de sien tan pura como un cielo sin nubes

y ojos llenos de sueños y alegrías;

aunque el paso del tiempo a los dos nos separe

la mitad de una vida,

recibe como ofrenda esta mágica historia

junto a la mejor de mis sonrisas

(...)

Ven pues, y escucha antes que esa voz implacable,

voz terrible y sombría,

te anuncie y te recuerde, muchacha melancólica,

la cama aborrecida.

Pues seremos niños ya viejos, donde el dormir

se nos impone y nos agita”

Lewis Carrol

Alicia a través del espejo

I

Si hay una cosa que sea cierta, es que el gato no tuvo nada que ver con el inicio de todo esto; su participación (si acaso la tiene) vendrá mucho después. En el principio estaba Alicia, sólo Alicia y un juego.

La niña jugaba seriamente, que es decir; se divertía. A veces atraía con miel los gafopares para asfaxzarles las calindromas con besos; otras, cuando se aburría, reía de la nada y esperaba que los otros, esos animales extraños que querían dictarle la vida, los adultos, entendieran la broma.

El gato, que nada tiene que ver hasta ahora con esta historia, la veía y sonreía. Se estiraba, se acicalaba y volvía a verla. Sonreía a la distancia y, a veces, se alejaba.

II

No queda claro qué miércoles por la tarde Alicia se perdió. Pero el gato jura y perjura que debió ser un miércoles por la tarde... Bueno, reconoce a veces, tal vez un domingo por la noche.

Un día funesto de esperanzas traicionadas, cuando la comodidad se presentó a la niña y le mintió. Le habló de amaneceres apacibles, de sueños tranquilos, de lugares seguros; de caminos negociados.

Alicia dejo de lado su tarro de miel y los gafopares guardaron sus calindromas tristes, como desapareciendo. El gato, que no ha encontrado su papel en todo esto, quedo bajo la lluvia, despidiéndose.

III

Alicia, olvidándose de la broma, creció en la comodidad. Entendió el tiempo como el paso de los años y se aferró a ellos con desesperación. Creció Alicia y se olvido de jugar.

Encontró responsabilidades en el camino y creyó, porque eso la comodidad le decía, que cumplirlas traicionándose era la única manera de ser adulto. Todo lo demás, le mentía el claustro, son sueños inmaduros.

Creció Alicia escuchando al claustro, temiendo...

El gato, que no tiene ya papel en esta historia, a veces espera. Casi siempre desespera, maldice un poco a la vida, consuela sus gafopares y ensaya calindromas solitarios. Vuelve a esperar.

IV

Sueña Alicia con los gafopares en medio de la multitud, con calindromas que se alejan; sueña Alicia sus sueños perdidos.

Se despierta Alicia en medio de la noche y mira el claustro que parece respirar a su lado. Demasiado trabajo, se miente a veces Alicia. Preocupaciones de otros y por los otros, concluye.

Mira por la ventana su patio solitario y busca.

El gato, sin papel en este cuento, no duerme; espera y construye.

V

Llegará un día, tal vez, en que Alicia, caminando por la calle, se tope con un tarro de miel, olvidado a su paso como sin querer. Quizá Alicia se agache a recogerlo y, fingiendo descuido, deje caer la tapa.

Se acercarán los gafopares con sus calindromas tristes, esperando asfaxzarse con los besos de la niña que, a pesar de los años, regresa.

Y tal vez, sólo tal vez, como por accidente pase por ahí el gato y se acerque... Entonces, encontrará su papel en una historia que está por escribirse.

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