miércoles, junio 13, 2007

LOLITA

Mario Stalin Rodríguez


Esta ficción, mero ejercicio estético, es homenaje a los escritores que en ella se menciona... Homenaje, queda escrito, que toma la forma de aquello que les era común... Es decir, además de las letras.

I
Evidentemente Lolita no se llamaba Lolita, pero el nombre que Navokov dio a su obra era el que mejor la describía, bueno, tal vez, también pudiéramos llamarla Alicia (a través del espejo, o en el país de las maravillas de Lewis Carrol).
La conocí cuando no debí conocerla, estando entretenido en la contemplación del algún parque de alguna ciudad. Trataba de plasmar los árboles y pasto en la hoja blanca del block de dibujo. En mis trazos empezó a delinearse una niña con uniforme de secundaria que leía un libro recargada en el tronco de un árbol.
Cuando alce la vista de la hoja del block para comprobar si efectivamente la niña estaba donde la dibujaba, me encontré con dos ojos negros que me miraban con curiosidad y un poco de travesura...
-¿Me dibujas en grande?- arremetió una voz que trasparentaba su corta edad-, es que ahí me veo muy pequeña, y la reina de corazones podrá agarrarme con una sola mano. En cambio, si me dibujas más grande de lo que soy, ella se vera en problemas para mirarme siquiera directo a los ojos.
Estaba frente a mi, con su uniforme de secundaria verde y su falda príncipe de Gales abajo de las rodillas, sosteniendo el Alicia en el País de las Maravillas en su mano derecha, mientras su mano izquierda jugueteaba con un mechón de pelo que caía insistente sobre su cara morena.
-Y bueno, ¿qué dices? -continuó con el mismo tono de inocencia-, me cumples este pequeño capricho o debo ir a buscarme otro pintor de pelo largo.
Accedí a su petición. Se recargo en el árbol más cercano y me dirigió una sonrisa. Empezó a sentarse lentamente, dejándose resbalar sobre el pasto con los pies y sobre el tronco con la cadera. En algún momento el rocé del árbol le alzó la falda y alcancé a ver furtivamente, antes de que sus manos corrigieran el error, el nacimiento de sus muslos.
Sentada ya, con las piernas cruzadas y la falda sobre ellas, me miró por un segundo y se puso a leer otra vez su Alicia. Me enfrasqué en la tarea aún con la imagen de ella resbalando por el tronco, y dibujé su cara con toda la precisión que mis habilidades me permitían, pero ningún trazo me parecía suficiente. Intentaba por novena vez cuando volvió a acercarse a mi, vio el boceto y clavó sus infinitos ojos negros en los míos...
-Eso es perfecto -dijo emocionada-, con un poco de color y algunos detalles más espantara a la reina, estoy segura.
Me disculpé diciendo que no me lo parecía, que si ese dibujo espantaba a alguien sería por lo mal hecho y no por su realismo. Además, aunque en efecto fuera lo que ella decía, no podía ponerle color, ya que no traía más que el triste lápiz que usaba y el cuaderno de dibujo. Le ofrecí que, si volvía a sentarse, intentaría hacer uno mejor...
-Imposible -me dijo mientras jalaba una cadenilla que colgaba de su cintura, para extraer del bolsillo de su falda un reloj, y con gesto de roedor siguió-; "¡Oh, caramba! ¡Llegare demasiado tarde!" dijo el conejo blanco y se largó a su madriguera, así como yo he de irme a mi casa si no quiero que mi mamá me corte la cabeza.
-Bueno -dije tratando de inventar algo para detenerla-; entonces tendré que tirar este dibujo y la reina de corazones se quedara con una niña de nombre incierto y de tamaño reducido.
-A no, eso sí que no -enfadó de broma su voz-; ese dibujo es mío y tu no tienes derecho a hacer lo que quieras con él. Termínalo, ilumínalo y llévamelo a mi escuela, esta cerca de este parque. Además mi nombre es...
-Lolita -la interrumpí-, o quizás Alicia; y para mi no tienes otros nombres.
-No, no es Lolita, ni Alicia, pero si así lo quieres, así será, al fin que tu te lo pierdes -dijo y se marcho corriendo.

II
Durante la noche traté de dar con el color que de ella recordaba, resbalando hacia el piso por el tronco de un árbol, pero los lápices apenas plasmaban una triste caricatura de mi deseo. Cuando al fin estuve completamente insatisfecho y con demasiado sueño, pinté mi intento más parecido; dejé mi frustrante obra sobre el escritorio y me retiré a dormir.
El sueño estuvo plagado de imágenes tan confusas que no vale la pena tratar de describir aquí, pese a que las recuerdos todas con una precisión inusitada.

III
Durante los días siguientes me sentaba en las puertas de las secundarias cercanas al parque donde la conocí, a razón de una escuela por día, esperando encontrarla a la salida del colegio. Cuando estaba diciéndome que me había mentido, o que ella estudiaba en alguna escuela que ya había inspeccionado en un día en que no asistió, mi Lolita apareció.
Recargada en una barda frente a la escuela, platicaba con una amiga, con su mochila al hombro y el suéter anudado en la cintura, pues el calor era fuerte aún con el viento tenue que soplaba; sus manos trataban inútilmente de alisar la falda arrugada tras tantas horas sentada. Cuando me vio una sonrisa surgió de sus labios y gritando llego hasta donde me encontraba.
-Hola -dijo como si nos conociéramos desde hace mucho tiempo-, empezaba a temer que no vendrías y que, en efecto, la reina de corazones me tomaría solo con una mano.
-No te preocupes -dije-, aquí traigo tu, y digo TU, dibujo, para que espantes a tu antagonista.
-Sí, ¿en serio? -incurrió curiosa y una luz brilló en el fondo de sus negros ojos-, ¡que bueno!. Pero que tonta soy, déjenme hacer las presentaciones, mira ella es...
-La Liebre de Marzo, supongo -la interrumpí como la vez pasada que quiso romper mi fantasía con un nombre del mundo real.
-Bueno, no, pero así esta bien creo yo -prosiguió como acostumbrándose a mi manía de dar a todos y todo un nombre de literatura. Ahora se dirigió a su amiga-. Liebre de Marzo este es... Por cierto ¿Quién eres tu?
-Digamos simplemente, Lolita, que mi nombre es Gato de Chessire, mi queridísima niña Alicia -respondí como disculpándome y dirigiendo al par una sonrisa.
-Entonces, señor Gato de Chessire -me miró divertida de seguir la broma recién descubierta-, sonría usted e invente uno de esos juegos de palabras a los que es tan aficionado.
-Por el momento, mi Aliceinthewonderland, puedo sonreír y seguir tu indicación, pero mucho me temo que la Liebre de Marzo, aquí presente, no entendería mis palabras más de lo que comprende la situación actual.
Claro! -dijo mientras se golpeaba la cabeza como regresando de un lugar lejano-, perdóname amiga, estaba yo en las presentaciones ¿verdad? Bueno, señor Gato de Chessire, ella es la Liebre de Marzo y no le gusta que se burlen de su peinado de colitas, pero está encantada de conocerlo. No podemos quedarnos demasiado tiempo porque el Sombrerero nos espera en su casa junto al señor Lirón para hacer un te de equipo.
Y se alejó, como la vez pasada, corriendo, jalando a una sorprendida Liebre de Marzo que hasta el momento no había dicho una sola palabra y, seguramente, aún trataba de entender la escena pasada. Cuando la vi perderse por el callejón recordé repentinamente que no le había entregado el dibujo, sonreí para mi, pues eso me daría la oportunidad de verla nuevamente.

IV
Pero el destino es a veces cruel. Diversas ocupaciones me mantuvieron alejado de la secundaria y el parque por semanas enteras. Durante ese tiempo mis noches repetían con cansada insistencia las imágenes confusas del primer sueño después de conocer a mi Lolita.
Casi desesperado llegue un Sábado al parque y me senté en el lugar en el que había estado aquella tarde en que la conocí. Mire al cielo y me perdí en mis ensoñaciones y deseos, en esas estaba cuando una voz infantil que no era de ella me sorprendió...
-¿Señor Gato de Chessire? -me volví para ver la blanca cara de la Liebre de Marzo que me observaba con curiosidad, con su pelo largo y rubio recogido en una coleta de caballo, con su camisa a rayas negras y verdes, con su overol rojo hasta los tobillos, con sus calcetas blancas y sus zapatillas de andar cafés y una mochila floreada colgando del hombro.
-¿Qué es esto? -pregunte un poco sorprendido y enojado de que me apartaran del recuerdo de mi, y ahora reacciono que decía MI Lolita.
-Pues nada; -dijo tratando de parecer seria, sin lograrlo-, que a veces, para avanzar hay que quedarse en un solo sitio.
-¿Cómo? -inquirí, ahora sí estaba interesado en las palabras de la Liebre de Marzo.
-Perdón, trataba de seguir el juego que usted y... ¿Lolita? -me miro interrogativa, yo asentí con la cabeza-, Bien, Lolita será. Le decía que trataba de seguir su juego; mi amiga me prestó este libro después de explicarme lo que pasó aquel día -me dijo mostrándome el Alicia a Través del Espejo de Lewis Carrol-, pero evidentemente no soy tan buena para eso como su... ¿Alicia?
-No te preocupes Liebre de Marzo -le dije para consolarla-; lo que sucede es que me encontraba más bien perdido en sueños de cometas y barajas, pero te prometo a partir de este momento te seguiré la platica sin mucha dificultad. Por ahora dime ¿qué haces aquí?
-En realidad vengo a reclamarle, vera usted; mi amiga se halla verdaderamente indignada de que tenga aún su, y subrayó SU, dibujo y de que no se haya dignado pararse por la escuela o el parque en tanto tiempo, por lo que me suplicó que, si lo llegaba a ver, le diera una cachetada, pero en mi casa me enseñaron a no golpear a mis mayores.
-Está bien así, si quieres podemos decir que no solo me la diste, sino que hasta caí desmayado y tuve que desaparecer con la cabeza colgando de mis manos. Pero ahora dime, ¿en verdad tu amiga se encuentra tan enojada conmigo?
-Enojada, enojada -repetía como si la palabra le sonara extraña-, enojada no, yo más bien diría triste y un poco decepcionada. Mire, yo no lo puedo explicar bien, pero ella me escribió algo en una carta que se supone no debo enseñar a nadie, más creo que no se enojara si usted es quien rompe con mi palabra de honor...
Mientras esto decía la Liebre de Marzo extraía de su mochila un cuaderno y, de entre sus hojas una muy adornada con corazones y caritas redondas y sonrientes
-Los dibujos los puse yo cuando no me daba cuanta de los que hacia en clase de inglés ayer, pero lo que quiero que lea es lo que Alicia escribió...

V
Liebre de Marzo:
"Si estas metido en esto,
Libre te han de sacar,
Pues no hay nada funesto
En tener que declarar."

VI
Inspeccioné el papel por algunos minutos esperando encontrar otra inscripción que aclarara el sentido de tan curioso recado. Como no encontré nada más devolví la carta a su dueña...
- Exquisita Liebre de Marzo -le dije levantándome -, no tienes de que preocuparte, diré que jamás leí el verso de la Sota de Lewis Carrol. Dile a Lolita que el Gato de Chessire aparecerá mañana para llevarla a jugar croquet con la reina de corazones.

VII
Al día siguiente esperé a Alicia en su escuela, y a llevé a una cafetería cercana.
-Supongo -me dijo levantando la mirada del vaso de refresco- que esto nos convierte en amigos o algo así ¿no?
-¿Amigos? -la palabra me sonaba rara, como inadecuada-, mi queridísima linda Alicia, amigos fuimos desde antes de conocernos; si esto nos convierte en algo, es en cómplices.
-¿Sabes? -me miro divertida- estoy empezando a darme cuenta de que eres un personaje extraño; nunca dices lo que debes de decir y sin embargo tus palabras siempre suenan tan en su lugar.
-Eso, supongo, es lo que todo Gato de Chessire debe hacer cuando esta demasiado anonadado para desaparecer con una sonrisa.
-Ahí estas otra vez, sacando la platica de la escena para ubicarla con Carrol, es francamente fastidioso.
-Me disculpo entonces, bella Lolita, pero es así como soy. Ahora debo dejarte para pagar al amable pájaro Dodo nuestras bebidas.
Me levanté de la mesa y de reojo la vi, desde mi perspectiva observaba su cabeza inclinada sobre el vaso, sorbiendo a través del popote el refresco, el mechón aún caía sobre su cara, su suéter descansaba en el respaldo de la silla y su camisa, desabotonada arriba por el calor, descubría el nacimiento de sus pechos.
Nos fuimos y traté de retenerla a mi lado lo más posible, pero era demasiado tarde; la llevé hasta la esquina de su casa. Ahí le entregue su dibujo y me despedí, triste de haber entregado mi último pretexto para ver a mi Lolita.

VIII
Los sueños de Lolita se repetían con cansada insistencia, cada noche su imagen iluminaba las horas anteriores al amanecer, para perderse en los primeros rayos del sol.
En las noches en que el recuerdo era tan fuerte que dormir resultaba poco más que imposible mi restirador me ofrecía poco consuelo, intentando evocar las imágenes que de ella guardaba cual tesoro invaluable: Lolita mirándome con sus ojos negros, suplicándome un dibujo para espantar a la reina de corazones; Alicia resbalando por el tronco del árbol; Platicando con la liebre de marzo, jugueteando con el mechón de pelo que, insistente, caía sobre su rostro; Tomando un refresco tratando de seguir el juego que le imponía.
Tanta imágenes, tan difíciles de plasmar, mis trazos apenas eran tristes copias de aquellos momentos en los que mi cabeza redundaba. Solo una cura conocía para mi mal tan particular; Lolita.

IX
A veces la suerte favorece al desesperado. Ese día Mi Alicia decidió, junto con otros compañeros, dar rienda suelta a su juventud e irse de la escuela sin avisar, y que los maestros se las arreglarán como pudieran sin ellos.
Yo caminaba tratando de olvidar mis recuerdos por Chapultepec, me detenía de vez en cuando a retratar furtivamente las imágenes que a diario se ven ahí: Dibujos rápidos de los novios que con desesperación se abrazan y besan en las bancas; un pregonero que intenta vender un jabón para atraer al ser amado; los jóvenes de varias escuelas que, de pinta, se divertían mientras sus madres los creían en la escuela; pero todo ello era Lolita.
A veces el rostro de Lolita aparecía en las líneas de mi lápiz, entonces tiraba la hoja, estaba ahí para olvidarla, para dejar que los olores, colores y sabores del bosque me llenaran la cabeza, apartando de mi a Mi Alicia; pero incluso el bosque era Lolita.

Observaba sin emoción a una joven que sin destreza ejecutaba algo que pretendía ser una danza que, mediante el arrojar platos de pretendida porcelana fina, haría reflexionar al escaso público que se detenía a verle sobre la situación nacional, un compañero suyo repartía un volante donde se explicaba el motivo del acto y la historia de la organización a la que pertenecían. Había leído el documento tres veces y ahora, en el reverso, intentaba plasmar la escena.
Una hoja de mi cuaderno de dibujo algo húmeda donde se veía el rostro de mis desvelos apareció ante mis ojos, y una voz que recordaba demasiado bien, con el disgusto fingido que tanto añoraba, sonó a mis espaldas.
-Vi esto flotando en el lago hace rato -escuché maravillado-, voy remando con mis amigos y ¿qué es lo que descubro? Nada menos que a mi misma hermosamente dibujada, pero horriblemente mojada.
No quería voltear, no quería descubrir la nada donde debería estar su cara, sus enormes ojos negros, su mechón insistente. Sabia que era mi imaginación, que ella no estaría ahí, quería disfrutar la fantasía todo lo posible.
-Tuve que entregar el bote antes de que se acabara mi hora y mis amigos están muy disgustados conmigo -continuo la voz a mis espaldas-, sólo porque tenia que cerciorarme de que estaba usted aquí.
No quería voltear, no quería encontrarla donde hasta hace poco estaba una viejecita que se maravillaba con la poca destreza de la joven bailarina, no quería verla en donde hasta hace poco una voz anciana relataba a una acompañante hastiada los días en que fue parte de la Compañía Nacional de Danza.
-A menos tenga la decencia de mirarme cuando le hablo -dijo mientras una mano se posaba sobre mi hombro, su voz sonaba tan alegre disfrutando del regaño fingido que me propinaba-, o empezaré a creer que los gatos de Chessire sólo tienen espalda.
Me volví porque no tenia otro remedio, debía verla, debía no encontrarla a mis espaldas. Me volví y encaré los ojos negros que me miraban alegres, el mechón que aún caía sobre el rostro de labios sonrientes; su camisa blanca de secundaria estaba atada en su cintura y se veía mojada, su pelo lucia húmedo, la falda aún goteaba pegada con persistencia a sus piernas y caderas, el suéter verde era lo único que se conservaba seco y cubría su torso, a través de una apertura podía ver el corpiño empapado pegarse a su pecho.
-¡Sí es usted! -gritó convenciéndose, mientras me abrazaba emocionada, mojando mi rostro con su cabello y humedeciendo mi ropa con la suya, yo no pude más que responder a su gesto.
-Perdone -me dijo mientras se soltaba. Quería retenerla, fundirme en ella, pero mis brazos no me respondieron y cayeron vencidos a mis costados-, no quería mojarlo, pero mis "amigos" estaban tan disgustados porque entregué la lancha que, en venganza, me arrojaron a las aguas del lago para terminar como el dibujo; por suerte la Liebre de Marzo traía mi mochila con mi suéter, sino estaría yo dando un espectáculo -me explicó mientras señalaba hacia atrás sobre su hombro.
A unos pasos en la dirección que su dedo mostraba estaban sus amigos, completamente secos; la Liebre de Marzo les explicaba algo que los hacia mirar de vez en cuando hacia nosotros, lo que fuera que les estaba diciendo a la mayoría les provocaba diversión y un poco de curiosidad, pero uno de ellos sólo miraba a mi Lolita con un rastro de amargura y a mi con un poco de resignación.
-Tengo ganas de dejarlos aquí plantados -decía Alicia entusiasmada mirándome-, será una buena manera de reprocharles lo de la mojada... Sí, eso es, me despediré de ellos y usted y yo, señor Garo de Chessire, desapareceremos y nos iremos a algún lugar donde pueda sentarme a secar mientras le pago su dibujo haciendo uno suyo -concluyó y se alejó en dirección del grupo que la acompañaba.
Había seis mujeres además de mi Alicia, ellas la miraban y me miraban alternadamente, como preguntándose si sería seguro dejarla ir sola con un extraño, la Liebre de Marzo se ofreció a acompañarnos para tranquilidad de sus amigos. Yo me sentí enojado; ¿como se atrevían a interrumpir mi fantasía?
Lolita se despidió del resto del grupo. Una vez que estuvimos lo suficientemente lejos Alicia le suplico a la Liebre de Marzo que nos dejara, le juraba que iba a estar bien, que no se preocupara, que si verdaderamente era su amiga se iría a su casa y que ella se encargaría de pagarle el favor otro día, pero que deseaba estar sola para platicar conmigo. la Liebre de Marzo tardó en ceder y se fue preocupada por su amiga, pero finalmente se perdió entre los árboles de Chapultepec.

X
Mirándola sobre el pasto apenas podía creer el tenerla ahí, sólo para mi, recostada recibiendo al sol en un intento de secarse, sonriendo y callada. No podía resistir el impulso; saqué mi cuaderno de dibujo y empecé a plasmar sus gestos en las hojas.
De pronto el cuaderno salió de mis manos y vi la cara aún húmeda de mi Alicia.
-Es de muy mala educación que si yo prometí hacerle un dibujo, el que trace sea usted, señor Gato de Chessire -dijo con el enojo de broma con el que habitualmente me hablaba.
-Pude ser -dije yo-, pero la verdad es que ninguna prueba tengo de sus dotes de retratista, mi querida niña Alicia y no pretendo mostrar por el mundo una imagen mía más horrenda de la que de por si ofrezco.
-¡A CALLAR! -ordenó e inmediatamente arrebató también el lápiz de mis manos, se sentó contra un árbol repitiendo la imagen que de ella conservaba del primer encuentro, sólo que ahora sus manos tardaron más en corregir el levante de su falda, ya que la tela mojada persiste en su unión.
Inició su trabajo pero de inmediato arrancó la hoja y la tiró.
-Necesito estar más cerca -declaró con gestos exagerados y se acerco más, pero el destino de su segundo intento no fue distinto al del primero. Seis intentos después no se encontraba más lejos que a dos pasos de mi.
-Decididamente su cara es algo difícil de plasmar en un papel señor Gato de Chessire, realmente requiero de una gran cercanía para plasmar sus gestos; así que con su permiso...
Se inclinó hasta que sus ojos quedaron justo frente a los míos, nuestras caras no se separaban más que por una ligera brizna de aire vespertino.
Durante un tiempo fingió observarme con detenimiento, su mano me tomó de la barbilla y con más sugerencia que fuerza me obligó a mover la cabeza a distintas posiciones. De pronto se detuvo poniéndonos de nuevo frente a frente; me miró con sus grandes ojos negros, un mechón de cabellos ya secos caía sobre su cara, sonrío como una niña a quien se le acaba de ocurrir una nueva travesura, cerró los ojos y me dio un beso furtivo en los labios.

XI
Nos abrazamos. Pronto sus manos empezaron a jugar con mi cabello y sus labios se deslizaron hasta mi oído. Besé su cuello.
Mientras una mano acariciaba mi espalda, mis dedos encontraron la piel bajo su suéter. Con sus brazos en torno a mi cuello, se separó un poco de mi, me miró con una sonrisa. Mi mano subió un poco, hasta tocar su pecho cubierto por el corpiño. Se mordió el labio inferior en una sonrisa, cerró los ojos y volvió a besarme.

Sus manos se deslizaban bajo mi camisa, su boca sabía a sal dulce. Desabotoné su suéter y fue ella misma quien, sin dejar de besarme, lo arrojó a un lado.
Abrazados, nos recostamos sobre él. Sus manos jalaron mi camisa hasta sacarla por encima de mi cabeza, mis manos hurgaban bajo su corpiño. Pronto éste siguió el camino de mi camisa y reposó junto a su mochila, a unos pasos de nosotros.
Nuestros pechos desnudos se tocaron.
Mis labios bajaron para besar los lunares de su pecho, sus pezones erguidos. Seguí bajando por su abdomen, hasta su ombligo. Se rió y con sus manos, con más sugerencia que fuerza, me llevó de nuevo hasta su cara.

Abrazados, volvimos a sentarnos, sus muslos rodeaban mi cintura. Mis manos los recorrían desde la rodilla hasta debajo de su falda, tocando su ropa íntima y bajo ella, jugando con los dedos entre un bello escaso, casi inexistente.
Besándola, desabroché la falda y la deslicé por sus muslos. Volví a abrazarla, besé su boca y cuello, probé de nuevo sus pechos. Mis manos empezaron a bajar su ropa íntima.
Se alejó de mi un instante. Me miró tímida y contempló su desnudez. Insegura, sonrojada, continuó bajando su ropa íntima poco a poco. Me abrazó asustada, ocultando su cara en mi pecho. Avergonzado, bajé la mirada.

-No –dije-. No así, no aquí... No conmigo.

XII
En el transporte colectivo que nos dejaría por su casa, mi Lolita dormía agotada sobre mi hombro, yo me contentaba con acariciar su cabello e intentaba retener la imagen de mi Alicia y yo en aquel prado oculto del bosque.
Extraje mi libreta de dibujo y mi lápiz de mi mochila, intenté plasmar la escena que regresaba constantemente a mi cabeza, pero sólo lograba dibujar barajas en las manos de Lolita.

Cansado de mis fracasos inicié una carta, mi Lolita aún dormía y el camino se tornaba eterno, empezaba a anochecer.
Terminé la carta y la puse en su mochila, dulcemente para no despertarla. Llegamos a nuestro destino, desperté a mi Alicia y la acompañé hasta la esquina de su calle.
-Quisiera decirle mi nombre señor Gato de Chessire -dijo Lolita-, pero temo cometer una tontería que rompiera lo que he vivido y las imágenes que he fabricado.
-Mi querida niña -le contesté- te suplico no digas nada, ni ahora ni nunca, no deseo saber tu nombre pues para mi sólo eres Alicia, mi pequeña Lolita.
Le di un beso en la frente y la observé alejarse por la acera y entrar en una casa que lucia un hermoso jardín a la luz de las farolas.
Me quedé durante mucho tiempo mirando la calle desierta, vi la luz de lo que supuse su cuarto encenderse y la vi abrir la ventana para que entrara aire, observé como descuidadamente se quitaba su ropa y entraba al baño. Un gato paso por mis pies y un sombrero maltrecho rodó por la calle a causa del viento que soplaba. La vi salir del baño y ponerse una pijama de color amarillo con flores rojas, la vi leer durante mucho tiempo y después apagar la luz.
Me quedé aún mirando su ventana a oscuras, como esperando que bajara por ella y escapara conmigo. Me fui cuando la noche era ya madrugada.

XIII
Evidentemente Lolita no se llamaba Lolita, pero el nombre que Navokov dio a su obra era el que mejor la describía. Evidentemente este cuento no termina con Alicia despertando de su maravillosa pesadilla o regresando de espaldas a través del espejo de su cuarto.
No volví a buscarla, pero sus imágenes me persiguen todavía en mis sueños y vigilias. Aún me sorprendo plasmando sus rasgos en mi cuaderno de dibujo o recordándome parado frente a su casa en la noche fría; me imagino espiando por su ventana sus actividades nocturnas. No la veo ya con su pijama amarilla, sino con un camisón blanco que la cubre hasta las rodillas.
Me la imagino aquella noche, cuando estuve con ella por ultima vez, revisando su mochila y encontrando mi carta de despedida. No puedo ubicar su cara, que en otros recuerdos veo con tanta claridad, sin embargo recuerdo todas las palabras que puse en el papel de dibujo, me la imagino leyendo y puedo ver lo que en el papel hay escrito...

XIV
"Mi querida Niña Alicia:
A partir de ahora, lo comprendo, me quedo solo sin ti, sólo porque no estarás más ya aquí, no como ahora que te veo dormir, no como cuando probé tus labios, no como cuando te encontré en aquel parque.
Entonces era yo completo, no lo seré más ya. Entonces tu imagen bastaba para espantar mi soledad, ahora no, tu imagen sólo la hará más insoportable, más oscura, más invencible.
La reina de corazones no ha ganado y, sin embargo; yo pierdo todo con el adiós que nos diremos en un rato, te veré alejarte y me quedare solo o sólo, que no es lo mismo.
Me desvanezco sí, con una sonrisa en los labios y jugando con las palabras de la única forma en que sé hacerlo. Pero no para ti, tanto más, para ti permanezco.
Me desvanezco sí, pero soy yo quien no me encontrará ya más. Ya no soy sino estoy contigo y en ti, pero eso no sucederá, así que me desvanezco para mi.
Muero pues, pero no de la manera que quiero, sino de una mucho más cruel, muero para mi y no para el mundo, muero por dentro.
Ahora mi cáscara vacía caminará por las calles que siempre le serán extrañas, sólo porque ya no está en ti y nunca lo estuvo. La gente la mirará y se reirá para si; 'Miren al bufón, al hombre hueco’.
Mis palabras callarán lo que debería gritarse y mis ojos no llorarán mi muerte. Mi cáscara andará siempre ahora que ya no seré, pero es mi cáscara, solamente mi cáscara, nada más."

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3 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Genial homenaje. Realmente genial.

Besos

1:13 p.m.  
Blogger Mau Torres said...

Señor:

Sé que es la primera vez que escribo en su espacio, lo cual -como usted dijo en mi caso- no significa que no lo lea (recuerdo bien que estábamos en octavo semestre cuando salió en 'La Razón' el reportaje sobre prostitución infantil que aquí se reproduce).

Coincido en lo de "genial homenaje"; también en lo de "ejercicio estético". Y bueno... supongo que para redactar un comentario más decente que el presente tendría que haber leído a los autores y los libros citados. Baste decir que este buen cuento revive mis reflexiones en el sentido de que todo lo que escribimos de uno u otro modo nos refleja.

En fin, prometo leerlo y dejar comentarios más sustanciosos que éste con mayor frecuencia.

Saludos.

4:03 p.m.  
Anonymous Anónimo said...

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2:48 a.m.  

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