miércoles, agosto 29, 2007

Post se escribe con doble N

Mario Stalin Rodríguez

BISABUELA

"Yo soy rielera,
tengo a mi Juan.
Él es mi vida,
yo soy su querer.

Cuando me avisan que ya se va el tren;
Adiós mi rielera, ya se va tu Juan..."
Anónimo
La Rielera, corrido popular revolucionario


Leonor Martínez se casó con José Salinas y la familia prosperó, pero eso es tan sólo el final de la historia que a estas líneas da motivo y el principio de otra; no tratada aquí, apenas inferible de los presentes párrafos, pero indispensable para entenderlo todo.

Lo correcto será empezar por el principio. Decir que Leonor Martínez tenía 14 años cuando conoció a José Salinas, de 24 ese 1914, amigo y posible socio de su hermano en negocios que se detallan más delante. Decir que su idilio no es de primera vista, que su historia no implica pétalos de flores cayendo de ningún lugar o canto de pájaros ausentes es, a penas, introducción obligatoria.
Leonor amaba a Juan (con otro nombre, sí, pero se descubrirá por el epígrafe que éste lo describe mejor), con él estaba comprometida y se casaría pronto.
José, por su parte, amaba su sueño; una deseada independencia económica fundada en un local destinado a entretener y emborrachar a los potosinos. José, por si no se ha adivinado ya, soñaba con fundar y administrar una cantina céntrica en San Luis Potosí, capital del estado homónimo.

Obviamente algo ocurrió que a este cuadro dio nuevos giros. Ese algo recibe el nombre de Pancho Villa y su ejército insurgente. Ese algo es también Juan uniéndose a los revolucionarios en su paso por San Luis y (de ahí el nombre) Leonor siguiéndolo, contra la voluntad paterna, en la retaguardia; como soldadera.
La historia registrará batallas donde, sin nombrarlos, Juan y Leonor juegan papeles importantes, la historia dará cuenta de veinte millas a caballo y veintiuna en ferrocarril. Pero eso es tarea de los historiadores, no lo es de quien estas letras plasma. Baste decir que Juan murió a finales de 1915 en alguna batalla en el Norte del país y que Leonor regresó a San Luis.
Leonor llegó a su tierra natal, queda escrito, en medio de la lluvia con quince años cumplidos. Llegó no a casa de sus padres (aún furiosos por el abandono), sino a casa de su hermano, habilitada para esas fechas como cantina y destilería. Llegó a conocer mejor a José Salinas, ya próspero empresario (que no lo será por mucho tiempo más).

En Marzo de 1916, cinco meses escasos después del regreso de Leonor y cuatro desde su matrimonio con José Salinas, nació Teresa Salinas, la primera de siete hijos.
Y todo ello está bien... Está bien, queda escrito, porque Teresa conocería a Severo Cuéllar años después y tendría con él dos hijos. Severo (en una historia que queda por contarse) desaparecerá pronto de estas líneas, nombrarlo aquí se justifica apenas para dar sus cromosomas a su segunda hija, Teresa Cuéllar.
Teresa merecería una enciclopedia para narrar su historia, no estos párrafos que llegan ya a su fin. Teresa conoció a Hector Rodríguez y lo amó. Él, a su manera, también la amó.
Del escaso tiempo que Teresa y Hector compartieron como pareja, nacieron cuatro hijos. Cuatro historias distintas, cada una a su manera digna de ser contada por mejores letras. Cuatro historias que, al paso de los años, llevan a uno de ellos a sentarse ante una computadora para cumplir, de manera extraña, promesas hechas a brujas de allende el mar, escribiendo un post que se escribe con doble N.

P.D. 1 que redunda en la dedicatoria
Estas líneas, por si hace falta recordarlo, van dedicadas a Nanny / Tata Ogg... En cumplimiento extraño de una promesa... Sé que no es exactamente lo prometido, pero, qué quieres? hay partes de mi familia de las que sí estoy orgulloso.

La otra N del título, es por Nani de LA CASA ENCENDIDA (a partir de hoy, también aquí al lado), sólo por el gusto de ser nosotros y porque, de una u otra manera, terminamos encontrándonos.


P.D. 2 que habla de sorpresas
Por una u otra razón, este animalito fantástico terminó en días recientes aquí y aquí... Ambas, sorpresas agradables. Si se quiere y se ha llegado hasta esta línea; dese una vuelta por ahí y léase algo de lo que encuentre, no se arrepentirá.

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miércoles, agosto 22, 2007

Correo Mundano (04)

México tal a tal día de tal mes de tal año
Madrugada
Monstrua:
Tal vez te sorprendan estas líneas, tal vez no. Tal vez su motivo salte a la vista y sus razones sean tan obvias como quien las escribe.
Verás, el asunto va de decir gracias.

No hace falta un pretexto, monstrua, para agradecer a quien, de distintas formas, por distintos caminos y, la mayoría de las veces, sin intención, me enseñó la distinta manera de ver el mundo; la otra forma de verme en él.
El asunto es así, creo haberlo escrito en otros párrafos; aprehendemos el mundo a través de la propia experiencia, sí. Pero, sobre todo, lo hacemos a través de la experiencia compartida. Es decir; lo aprehendemos a través de los otros que somos, en los que somos... A través del nosotros que fuimos, a través de ti.
Somos, entonces, vampiros que nos nutrimos de los otros y somos, en tanto únicos, la gente que conocemos, odiamos; amamos. Somos también su sonrisa, el aroma de su cuerpo, el sabor de su mar; la tempestad que compartimos. De todo ello, en todo ello, aprendemos, aprehendemos, el mundo.
Si somos la gente con quien somos, no se dude; somos también quien es ausencia. Somos el vacío de su cuerpo en las sábanas, el silencio de su voz en la madrugada. También en la ausencia, en la distancia, en el silencio; aprendemos al otro en quien fuimos y, así, nos aprehendemos a nosotros mismos.

Aquí, entonces, el asunto; múltiples son las formas en que aprehendemos el mundo, como múltiples son, entonces, aquellos de quienes aprendemos el mundo. Por todo ello, en la presencia o la distancia, en el silencio; en la ausencia...

FELICIDADES y gracias

Mario Stalin Rodríguez
Necio Hutopo

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miércoles, agosto 15, 2007

Correo Mundano (03)

México tal a tal día de tal mes de tal año
madrugada

Monstrua:

Te contaré un secreto... No es un secreto importante, vamos; el saberlo no cambiará tu vida ni modificará la forma en que ves el mundo. Pero es un secreto y quiero contártelo.
Bueno, en realidad, el secreto que debo contarte no es tan secreto; es algo que cualquiera puede saber apenas me lea bien. No es un secreto que se esconda, sino que se reproduce a sí mismo en trazos, letras y metáforas.
Incluso es posible que ya sepas el secreto, tal vez ya te he hablado de él en distintas formas y momentos... Tal vez te lo he escrito en otros párrafos, tal vez lo oculté deseando que lo encontrarás entre mis trazos.
Tal vez el secreto que quiero contarte no es un secreto, porque tengo por verdad que los secretos, para serlo, deben permanecer ocultos y éste lo sabe todo el mundo... Pero es mi secreto y quiero contártelo.

Evidentemente pierdo el horizonte, porque estas líneas deberían celebrarte y no hablar de secretos que no lo son.
En otros párrafos queda dicho que no soy bueno escribiendo cartas, porque, como ha sido demostrado, pierdo el hilo y me extravío en el horizonte. Hablo de necedades y dejo, como siempre, que mis imposibles invadan líneas y párrafos.
Verás; estas páginas deberían hablar de tu risa y de la música que en ella habita. Deberían, en flores gramaticales, celebrar el reflejo del sol en tu cabello y el aroma que de él surge (en la mañana, cuando recién despiertas). Deberían cantar en voz silente, un homenaje a tus ojos y a la manera en que ves al mundo.
Estas líneas deberían redundar en temas y repetir mis lugares comunes, es decir;...
QUE TE DESEO FELIZ
Mandarte abrazos y mis mejores deseos.
Es decir, estas líneas deberían celebrarte.

Aquí es donde entra mi secreto.
Trato de explicarme (lo sé, no es algo que haga muy bien); hace años un llanto rompió el silencio y el mundo fue, sólo por eso, un lugar digno de vivirse. Hace años la luz conoció por vez primera tus ojos y cobró con ello sentido.
Si el mundo fuera un lugar más justo (y más inteligente), pararían las guerras y el cielo se iluminaría con fuegos de artificio. Se detendrían las fábricas de la muerte y callarían los discursos; tu nombre, sólo tu nombre, poblaría los labios del orbe.
Todo ello para celebrar tus ojos, tu cabello; las estrellas que poblan tu piel y las constelaciones que sobre tu pecho se dibujan.
El mundo no es un lugar más justo (ni más inteligente), pero es un buen lugar para vivir sólo en él es posible tu risa... Por ello no basta celebrarte y obsequiarte mis imposibles. No basta agradecer el reflejo del sol en tu cabello y no basta rendir homenaje a tu palabra (aun cuando no siempre estemos de acuerdo).
Por ello no es esta carta una carta común... Por ello estos párrafos hablan de secretos que no lo son y de experiencias.

Me detengo aquí un momento, porque de experiencias se trata todo esto.
Verás; la vida no debe ser medida en años, sino en experiencias... No es del simple y matemático transcurrir del tiempo de lo que nos nutrimos. Aprendemos de y aprehendemos nuestras experiencias y a quienes nos rodean.
Nos apropiamos de nuestros errores y aciertos, como nos apropiamos de las personas a las que amamos, queremos, odiamos, conocemos... Creo haberlo dicho antes, somos vampiros, porque nos nutrimos de la vida y la experiencia, la propia, la ajena y, sobre todo, la compartida.
Sobre todo esto; la experiencia se comparte. No es en la soledad donde crecemos, sino en los otros. El dolor, la alegría, el placer, tienen sentido cuando sumamos, cuando somos nosotros.
Crecemos, entonces, no en los años ni a su aritmética suma; crecemos en el estar aquí, juntos... Distantes o compañeros, pero juntos; cómplices.... Porque la compañía es mejor, cuando la acompaña la mutua ternura.

Obviamente, he vuelto a perderme y a seguir por la tangente. En estas líneas, que ya llegan a su fin, a penas he empezado a delinear los bosquejos del secreto que debía contarte.
No es un gran secreto, queda escrito, ni aún siquiera un secreto oculto.
Queda escrito, es un secreto que se relaciona con tus ojos (abismos dignos de perderse en ellos) y la suma experiencias, aciertos y desaciertos (más los segundos que los primeros) que me llevaron a ese estar aquí, a tu lado (y con ello, no lo dudes, todo se justificaba). Se relaciona, sobre todo, con las mañanas, días y noches compartidos; con tu mar salado y con la forma en que ves el mundo y me enseñabas a mirarlo.
No es un gran secreto, queda escrito, ni aún siquiera un secreto oculto.
Un secreto que, tal vez, ya se encuentra en estos párrafos; basta con saber mirar y leer mayúsculas iniciales en un orden que no es el acostumbrado.

Vale, salud y un recordatorio; a veces no basta con conocer el tiempo, a veces también hay que seducirlo.
Mario Stalin Rodríguez
Necio Hutopo

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miércoles, agosto 08, 2007

Correo Mundano (02)

México tal a tal día de tal mes de tal año
Madrugada

Monstrua:

En estas letras se esconde la nostalgia. Pero no te confundas, no la nostalgia estéril que nos inmoviliza en la tristeza, sino la que, a fuerza de memoria, nos hace avanzar. No es una nostalgia fácil, se encuentra poblada de fantasmas, de ausencias.
Es esa nostalgia, creo haberlo escrito antes, que nos hace volver sobre nuestros pasos, tomar el cadáver de un proyecto, darle respiración de boca a boca, arroparlo en nuestra necedad y volver a guardarlo, con ternura, a la izquierda.

No me hagas mucho caso, igual es la noche, son las estrellas y el frío en el que no hay palabras compañeras, platicas de madrugada, que me ayuden a combatirlo.
Verás, en días como estos (en general; todos) me da por el recuerdo, por el recuento. No es extraño; creo haberlo escrito antes, soy la suma de mis recuerdos y mis esperanzas. No te sorprendas, no pocas veces ambos coinciden en un único deseo.
Así, me da por la nostalgia, me siento ante el teclado y te escribo.

El pretexto es obvio, se trata de este proceso en el que nos da por cerrar los ojos y hacer el recuento del pasado, la suma de las esperanzas. No es una nostalgia fácil, queda escrito, esta poblada de tristezas y de pocas alegrías.
La alegría de un regreso, de una presencia a la que fui acostumbrándome, de un mar salado que era tempestad extraña y familiar. La alegría de caminar a su lado, despertar a su lado; aprender a mirar el mundo de otra forma. Reaprender de ella, en ella, la ternura del calor de otro cuerpo. Reaprender a construirte del otro, de su cuerpo, sí, pero sobre todo de su compañía; de su risa y sus llantos.
La tristeza de su partida, del saberla ajena; lejana. Caminar el vacío, tu soledad, la que le pertenece, es decir; su ausencia. La gente (las gentes) te mira y lo sabe; “miren al bufón; al hombre hueco”... Y caminas, sigues caminando. Convives y te exasperas, tienes alegrías y tristezas. A veces te buscas en otras sábanas, en otros labios, en otras risas... Pero en ellas sólo ves recuerdos, sólo encuentras el nombre de la ausencia.
Y caminas, sigues caminando vacío, hasta que, un día, más temprano que tarde, te llena la nostalgia. Reconoces en ti lo que ella es, lo que de ella aprendiste y aprehendiste; la vida que te dio, la forma en que te enseñó a mirarla. Entonces vuelves sobre tus pasos, tomas el cadáver de tus proyectos, les das respiración de boca a boca, los arropas en tu necedad y los guardas, con ternura, a la izquierda.
Y caminas, sigues caminado. tal vez la reencuentras; compañera de otra forma, sí, pero aún cómplice. Y vuelves a caminar a su lado, y aprendes de nuevo de ella, y la descubres otra vez, y te permites vivir de otra forma la nostalgia; una en la que su regreso no es recuerdo, sino esperanza que se escribe en cinco letras.

No es éste el asunto, queda escrito, sino la noche, las estrellas y el frío en el que extraño las palabras para arroparme. Pero, ya que han servido estos párrafos de pretexto antes, sirvan también para el juego obvio de palabras y sentidos: Te deseo, Monstrua
QUE SEAS FELIZ
Feliz, como la felicidad que en otras letras queda explicada.
También queda escrito en otros párrafos; no es el tiempo, sino lo que hacemos con él lo que celebramos.

De eso se tratan estos párrafos, de recordarte que seguimos caminando; unas veces juntos, otras distantes, pero compañeros de distintas formas y cómplices.
Nos seguiremos encontrando, Monstrua, por eso guardo tu recuerdo, disfruto de tu compañía, del descubrirte amiga. Por eso, arropo con mi necedad la esperanza del regreso.

Vale, un abrazo
Mario Stalin Rodríguez

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miércoles, agosto 01, 2007

Correo Mundano (01)

Monstrua:
Estas líneas, obviamente, hablan de la felicidad; no el listado de mis optimistas lugares comunes, sinceros, sí; pero poco originales. Tu ya sabes, poner en letras grandes (y rojas, por supuesto) la frase repetida en estas y otras fechas, independientemente de las creencias (o falta de ellas) de cada quien:
SE FELIZ
Queda escrito, deseo sincero, sí y poco original, también. Te deseo feliz , Monstrua, eso es obvio; porque te deseo feliz a la menor provocación y por las razones adecuadas. A veces, bueno; casi siempre (o, mejor dicho, todo el tiempo) la oración anterior se resume en siete letras de sí misma.
Pero me desvío (no es raro en mi, lo sabes) y hablo de la tangente. Te decía que la frase es cierta, pero insignificante, apenas anecdótica; mero pretexto para estas líneas y sin nada que ver con su contenido.
La felicidad, Monstrua, al menos la que vale la pena, no es una imposición semántica ni, mucho menos, el deseo que se declara solamente como parte del ritual. La felicidad, la que vale la pena, no es el final de una historia que se vive para siempre. La felicidad, la que vale la pena, no es epílogo, sino gerundio.
Me explico (lo sé, lo sabes, no es algo que haga bien). La felicidad es dialéctica, se define por oposición y no puede (no debe) ser entendida sin su contrario. Somos felices en la justa medida en que somos capaces de entristecernos, enojarnos, indignarnos... Es decir; somos felices en la justa medida en que somos humanos.
La felicidad, en esta lógica (que de ilógica tiene mucho), no es resultado, sino construcción. Queda escrito, en la justa medida en que somos capaces de enojarnos, entristecernos e indignarnos, deberíamos ser capaces de darnos cuenta de las razones y sinrazones de nuestros estadios y actuar en consecuencia, es decir; contra ellas (léase aquí, contra ellos).
Es decir; estamos, siempre, construyendo nuestra felicidad... Así, en gerundio. La felicidad, la que vale la pena, tiene mucho que ver con la esperanza y se construye de ausencias y presencias; de pasado y, sobre todo, de futuro. Al menos en mi caso, tiene todo que ver con la esperanza que se escribe en cinco letras.

Pero me desvío, de nuevo, y hablo, como siempre, de la tangente. Queda escrito, la felicidad tiene mucho que ver con la esperanza y se construye de ausencias y presencias; de pasado y, sobre todo, de futuro. Porque la felicidad, la que vale la pena, es el proceso en el que nos cambiamos y somos lo que hacemos para cambiar lo que somos.
La felicidad, Monstrua, la que vale la pena, es cambio. Lo otro, aquello de “aceptar lo que tengo y lo que no puedo cambiar” no es felicidad, es sólo otro nombre para el conformismo.
La felicidad, entonces, es compleja... Pero también es las cosas sencillas, el reflejo del sol en tu cabello, mi reflejo en tus ojos, tu sonrisa, la música que en tu risa habita; las constelaciones de tu cuerpo... La felicidad, entonces, es compleja, pero también es las cosas sencillas... Y nada hay más complejo que las cosas sencillas.
Pero me desvío, como siempre y hablo, de nuevo, de la tangente. La felicidad, escribía, tiene mucho que ver con la esperanza. Y nadie tiene derecho a quitarnos la esperanza y a llamarnos al conformismo y la seguridad. Quien lo hace nos borra, nos aprisiona, nos elimina. Nadie puede quitarnos la esperanza, como nadie tiene derecho a secarnos las lágrimas necesarias.

Pero me desvío (suelo hacerlo, lo sé) y hablo de la tangente (suelo hacerlo, lo sabes). Lo que estos párrafos tratan de decir (y no logran) es que no somos felices para siempre, sino cuando podemos y que es esa, justamente, la única manera en que vale la pena ser felices.
Te deseo felicidad, Monstrua, y a veces, bueno; casi siempre (que es decir, todo el tiempo), la frase se resume en siete letras de sí misma.

Abrazos (por que la felicidad, al menos en mi caso, se construye soñándola juntos) y mis mejores y más perversos deseos (que, lo sabes, no siempre son tan distintos).

Mario Stalin Rodríguez
Necio Hutopo

P.D. Luctuosa...
In memorian Bergman y Antonioni... Con su muerte el cine pierde dos de sus realizadores más incomprendidos... Y eso, siempre, es una lástima.

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