miércoles, octubre 24, 2007

INSTRUCCIONES PARA SEGUIR ANDANDO

de la fisonomía de los secretos





Yo canto mis soledades
porque me sobran
Joaquín Sabina
Paisanaje

Los hutopos, esos animalitos fantásticos (maravillosos cronopios), son, creo haberlo escrito antes, seres un tanto extraños y (sobre todo) muy necios. Son aquellos que ven a las hormigas caminando en sus pantalones como aspirinas, los que buscan la tela de una araña para columpiar elefantes... Los que viven con sus fantasmas, sus soledades; sus ausencias.
Los hutopos, esos animalitos fantásticos (tristes cronopios), viven entonces con la nostalgia a flor de piel. Se ha escrito también antes; no la nostalgia que los inmoviliza; sino la que, de vez en cuando, los hace regresar sobre sus pasos, tomar el cadáver de sus proyectos, darles respiración de boca a boca y volver a guardarlos, con cariño, en el bolsillo más próximo al corazón. No es de sorprenderse, la nostalgia de los hutopos es, finalmente, sólo otra forma de escribir esperanza.
La esperanza (y la forma en la que se escribe) es importante para los hutopos.

Porque a los hutopos, como a todos, también los persigue el tiempo. Si se les mira bien se puede apreciar el peso de los días en sus rostros, en sus andares... Y eso es lo importante, porque algo de derrota se mira en el fondo de sus ojos, pero siguen andando.
Porque es muy fácil seguir andando sin cansancio. Más fácil es dejarse vencer y detenerse, refugiarse en la seguridad y en el “así son las cosas”. Pero los hutopos (que ya se ha escrito, son muy necios) están cansados y siguen andando.
No debe ser para extrañarse; los hutopos tienen un secreto.

Tomemos a éste por ejemplo, mirémoslo bien; las experiencias (que no los años) le pesan, pero sobre todo le pesan sus soledades (porque si algo tiene ser animalito fantástico, es sentirse solo). No es raro que el amanecer lo descubra en el desvelo, incluso cuando duerme, sólo descansa en breves intervalos de un duermevela inquieto.
Tomémosle como ejemplo. Se busca en otras sonrisas, amanece en sábanas que fueron tempestad con otro nombre; pero siempre regresa a sus ausencias. No se malinterprete; quiere y es querido por quien a su lado duerme, es sólo que (lo sabe bien) son otras constelaciones las que busca en el firmamento de la madrugada. Palabras compañeras que hoy son silencio.
Mirémosle, la nostalgia camina a su lado y la soledad es compañía constante, pero sigue caminando... Él tiene un secreto.

Es un secreto sencillo y tiene que ver, se ha dicho ya, con la esperanza y con la manera en que se escribe.
Sigámosle. Mirémoslo tomar el sombrero de carnaval (el tricornio, el de los cascabeles en las puntas), observémoslo hacer una reverencia exagerada ante sus fantasmas. Toma aliento, cierra los ojos un momento y empieza a caminar.
Hemos sido testigos de su secreto... Es un secreto sencillo, basta con cerrar los ojos y recordar los ojos ausentes, la risa que hoy es silencio. Basta para seguir caminando.

Es un secreto sencillo, queda escrito, porque un mundo donde esa risa habita y un amanecer en sus ojos (sin importar distancias, silencios y ausencias), son razón suficiente para seguir caminando.
Es un secreto sencillo; buscarse en otros ojos, otras risas y recordar que esperanza bien puede escribirse con cinco letras.

Mario Stalin Rodríguez
Octubre de 2007

P.D. que se disculpa por si las dudas
No sé si logré postear bien el video... Por si las dudas, podeis verlo acá:

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miércoles, octubre 17, 2007

NEGRO SOBRE BLANCO

Mario Stalin Rodríguez

Hasta donde recuerdo, en casa siempre estuvieron los libros; cuadernos muy usados llenos de bichos negros en hojas blancas. Los misterios que sus páginas albergaban me estaban, obviamente, vedados, requería de un interprete, de un intermediario, entre los bichos y yo.
Y así, sólo los misterios que el interprete juzgaba adecuados para mi me eran revelados... El resto seguía ahí, bichos negros en páginas blancas, prisioneros de los volúmenes en los estantes de los libreros que cubrían las paredes de mi casa.

Ese es el asunto, el problema principal era que no podía, en tanto no quería, esperar a que alguien (cualquier alguien) quisiera rebelarme lo que los bichos trataban de decirme (finalmente, si no querían decirme algo; ¿para qué estaban ahí?)... No sabía esperar, quería saberlo y quería saberlo pronto.
Ese fue el inicio, el simple deseo de entender bichos, nada más (nada menos). El lento proceso de aprendizaje, la comprensión de los sonidos, formas y uniones entre éstos. El penoso parto de mis propios bichos son, finalmente, sólo consecuencia del deseo primigenio.
¿He dicho “penoso parto de mis propios bichos”? Sí, porque no fue únicamente el conocerles y entender sus secretos; fue también dominarlos, ordenarlos por cuenta propia y parirlos para registrar mis propios misterios, las necias ideas y, por qué no; también tu ausencia.

Todo empieza así, con unos bichos negros sobre campos blancos.

P.D. que dedica
Para Nani, porque (ella lo sabe bien) nunca es tarde para aprender y aprehender la magia de las letras...

P.D. que presenta
Ahora, en el menú a su derecha Maríapan de
Porque... Bueno, porque vale la pena conocerla.

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miércoles, octubre 10, 2007

Torreón Infantil 03

3a de tres partes
Crónica de un reportaje

Mario Stalin Rodríguez

Empezó con una sugerencia del Jefe de Redacción; “Don Mario, por qué no intentas hacer algo sobre pornografía infantil. Obviamente no queremos que te metas en problemas, sólo una nota en la que repases lo que ya se ha publicado en otros medios”. Es febrero de 2006 y era un trabajo sencillo.
Para entonces había dejado atrás mi fallida etapa como editor de un suplemento juvenil en un pequeño diario de provincia y abandonado la comodidad de un empleo con horario fijo y pago seguro, a fin de regresar a lo que, en primera y última instancia, era mi pasión; el periodismo escrito.
El ahora no tan extinto Diario La Razón parecía un proyecto interesante, un periódico alejado de las grandes plumas, un medio para que los ilustres desconocidos del oficio trataran por fin los temas importantes de manera libre y sólo de acuerdo a su criterio... Eso, al menos, en teoría.
Pero esa es otra historia; faltan aún varios meses para el desacuerdo final con el editor, aquel que terminó con mi salida del diario y que, eventualmente, me llevó de regreso a un empleo con horario fijo y sueldo seguro. De momento es febrero de 2006 y frente a mi, creía, tenía un trabajo sencillo.

Primeros contactos
El tema, si bien no extraño, era esencialmente nuevo para mi, el único acercamiento a un submundo por demás sórdido era aquello que leía en otros medios, los temas sobre los que mi trabajo de años versaba eran, sobra decirlo, completamente distintos. Elaborar, como se me pedía, una simple nota de repaso sin entender y trasmitir el contexto me parecía, cuando menos, un ejercicio facilista y deshonesto.
Con ello en mete busqué a los especialistas, no a otros periodistas que hubieran tratado el tema o, mejor dicho, no únicamente a otros periodistas que hubieran trabajado el tema, sino (y sobre todo) a quienes enfrentaban el problema de manera directa y de manera cotidiana. Fue así que di con la Fiscal Especial, la directora de ADIVAC y el personal de Casa Alianza.
A través de ellos fue que descubrí un entramado de relaciones y complicidades mucho más complejo del que dejaban ver los casos más publicitados.
La idea era sencilla; conectarme a los sitios electrónicos de pornografía infantil, a fin de conocer la ubicación geográfica de sus servidores y establecer una conexión entre ello y los puntos de mayor incidencia en prostitución infantil. Con ello en mente me inventé un nick y por medio de la cuenta bancaria del periódico, me inscribí a algunas de las innumerables páginas que una simple búsqueda electrónica me proporcionó.
Tomó escasos 15 días ser invitado a una “fiesta de intercambio”.

Era una casa grande, casi una mansión, a las afueras de la ciudad rumbo a Cuernavaca. La mayoría llegaba en coches último modelo, algunos de ellos con escoltas armadas. Tal vez de haber sido más aficionado a las páginas de sociales y a las crónicas del jet set nacional hubiera reconocido a muchos de ellos, tal vez.
Muchos traían a sus “novias” y “amigos”, hombres y mujeres menores de edad por igual que eran “presentados” a los demás concurrentes. Algunos desaparecían escalera arriba con niños o niñas recién conocidos, pero la mayoría permanecía en el salón principal platicando con los demás, tratando temas variados o narrando sus “conquistas” más recientes.
Yo permanecía en rincones apartados, fingiendo beber una cerveza excesivamente cara que se cargaría (como todo mi “consumo”) directamente a la cuenta bancaria del periódico. Trataba de escuchar furtivamente las pláticas, captar algún nombre, algún indicio de la identidad de los reunidos, aquí y allá escuchaba, de vez en cuando, voces de acento extranjero. Fue entonces que ella se acercó a mi.
Más adelante elegirá para sí el nombre de Sofía, de momento es una niña de aproximadamente 16 años, enfundada en un vestido negro con pronunciado escote (sus senos son tan escasos) y falda minúscula, un cinturón de pretendido cuero y joyería varia. Me sonríe con su cara excesivamente maquillada; “¿buscas a alguien o sólo esperas la subasta?” y complementa en un inglés deficiente; “are you looking for someone or only wainting?”
Platico con ella, le explico que es la primera vez que asisto a una fiesta como ésta y que no sé cómo comportarme o qué es la subasta. Básicamente, me dice, se trata de conocer nuevos “amigos” o visitar a algunas de las chicas de la casa, claro, complementa; también está la subasta donde una “nueva” será ofertada al mejor postor. “Pero para ello todavía falta un rato”, me sonríe; “por qué no subimos y nos divertimos mientras tanto”.
No sé responder a la invitación y ella malinterpreta mi conmoción de la única manera que conoce. Me toma de la mano y me dirige a una recamar escaleras arriba, cierra con seguro y, mientras balbuceo disculpas, empieza a desvestirse; la detengo.

“No soy lo que crees”, le explico. Ella se ríe y vuelve a abrochar su diminuto brassier. “¿Qué eres?”, se burla; “uno de esos que se creen superhéroes y viene a rescatarnos una por una”.
Le platico de mi trabajo, que intento hacer un reportaje sobre pornografía y prostitución infantil. Se ríe de nuevo; “espérame aquí”, me dice, “hay alguien que seguro quiere hablar contigo”. Sale aún en ropa interior, dejándome como única compañía su diminuto vestido negro sobre la cama.
No tengo tiempo de asustarme o intentar un escape, sólo unos minutos después regresa acompañada de cuatro hombres. El más esbelto de ellos me sonríe y toma asiento frente a mi.
Se presenta como Javier (“y para todo efecto, soy el jefe”), me invita a contarle por qué estoy aquí. Sea por miedo o conmoción se lo explico. Él se ríe; “no eres peligroso”, se ufana, “estamos protegidos, más de lo que te imaginas. Pero nos agrada de la honestidad y sólo por eso te vamos a dejar en paz para que te vayas”. Se incorpora y se dirige a la puerta, la niña lo detiene y le susurra algo. Vuelve a mirarme, me sonríe de nuevo; “nos caes bien; vamos a dejar que hagas tu trabajo”.
Hay reglas, claro, no puedo tomar fotografías y estoy obligado a transcribir todas mis grabaciones en un equipo de computo de su propiedad (ellos, obviamente, se quedarán con todos los cassetes), no puedo dar nombres verdaderos ni direcciones específicas. Fuera de eso, vuelve a sonreír, soy libre de escribir lo que quiera y hablar con quien se deje. Es más, finaliza; “incluso te presentaré a otras niñas en otras casas. No esperabas que éste fuera nuestro único changarro, ¿o sí?”.

La “otra casa” es una vecindad semiderruida en las inmediaciones del barrio de Tepito, ahí conviven hacinadas decenas de mujeres de todas las edades. Javier me lleva a ella después de entregar el premio al ganador de la subasta (un hombre mayor, con coronilla, que ofrece poco más de $50,000 por una hora con una niña rubia de 10 años “sin estrenar”).
Llegamos de madrugada, prácticamente al amanecer. Las niñas de Tepito tienen un clientela “abierta”, me explica y es mejor llegar tarde, muy tarde, cuando ya no hay clientes.
De las habitantes de la casa sólo Carla y Sonia acceden a hacer pública su historia, otras la cuentan sólo con la condición de publicar nada que las relaciones directa o indirectamente.

Las siguientes semanas se ocupan en hablar con las niñas de Tepito por la mañana y con Sofía en las tardes, siempre bajo la mirada vigilantes de Javier (en la casa de la carretera a Cuernavaca) o alguno de sus subordinados (en la de Tepito), para ganarme su confianza y reconstruir su historia.
El resultado de estas entrevistas fue plasmado ya en estos bits, pero, queda dicho, el mundo de la pornografía y la prostitución infantil no pueden reducirse a un solo caso.

Un problema de múltiples rostros
Paralelo a los contactos con Javier y sus niñas, contacté con otros periodistas dedicados a este tema a lo largo de la república. Todos coincidían; el problema es grave y, seguramente, mucho más complejo de lo que lo publicado dejaba entrever. La mayoría de los casos conocidos tenían a la impunidad como común denominador.
Fue justamente uno de estos periodistas quien, en abril del mismo año, se comunicó conmigo para informarme que Angélica María González Ríos accedía, por fin, a hacer pública su historia. La explicación era simple, la juez estaba a punto de dictar sentencia sobre Enrique Busquets Casanova y las presiones y amenazas sobre su esposa, su abogado y los periodistas que cubrían el caso, habían aumentado conforme la fecha se acercaba.
De eso se trataba todo, mi contactó (periodista de un diario local casi desconocido) no seguiría con la cobertura, pues tenía miedo... Y no es posible culparle por ello. Angélica María, por el contrario, sentía que entre más público fuera el caso, más segura estaría ella y sus hijos, por eso había accedido a hablar por fin con la prensa.

La situación era, obviamente, urgente, Sin avisar a la redacción del periódico y siendo mi día de descanso abordé un vuelo económico hasta Coahuila y llegue de madrugada, afortunadamente encontré un hostal que por $200.00 la noche ofrecía sábanas limpias.
Los siguientes dos días los ocupé en leer el expediente judicial del caso que mi contacto me proporcionó (su nombre se omite por petición expresa) y en entrevistarme con Angélica María y Carlos Muñoz padre. La historia de la que ellos son protagonistas ha sido también contada en estos bits.

Actualmente Enrique Busquets purga una condena de 20 años; Javier fue apresado por lenocinio y tráfico de drogas; Sofía ha dejado de despachar en la casa de la carretera a Cuernavaca y su paradero es desconocido; Carla abandonó la casa de Tepito y hoy vive con su novio en alguna colonia popular de la zona conurbana de la ciudad de México; Sonia aún “hace la calle” diariamente.
Obviamente el oscuro y complejo mundo de la pornografía y la prostitución infantil no se agota en estos escasos ejemplos, ni son ellos los únicos de los que me enteré a lo largo de la investigación realizada. Pero otras razones me llevaron a abandonar el periódico y muchos de ellos debieron quedarse en el tintero; conforme nuevos datos vayan siendo cocidos, de algunos se tratará en estos bits en el futuro.

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miércoles, octubre 03, 2007

Torreón Infantil 02

2ª de 3 partes

Mario Stalin Rodríguez

Torreón, Coahuila. Durante el funeral del niño Carlos Muñoz Valdez, asesinado y víctima de abuso sexual en 1999, el entonces Procurador de Justicia del Estado de Coahuila, Ricardo Cisneros, ofreció personalmente al padre del menor, de quien era íntimo amigo, dedicar todos sus recursos para esclarecer el crimen, recuerda Carlos Muñoz padre.
Pese al ofrecimiento, el principal sospechoso, Enrique Busquets Casanova, gozó de libertad e impunidad durante más de un lustro. Casos como este y el de Succar Kuri (cuya culpabilidad es cada vez más evidente), rebelan el contubernio entre autoridades públicas y un selecto grupo de particulares, dedicados al jugoso negocio de la pornografía infantil.
En el asesinato de Carlos Muñoz, se aprecia de manera notable la actuación de los procuradores estatales Cisneros y su sucesor, Oscar Calderón, quienes desviaron la acción policíaca y permitieron a Busquets burlar a la justicia durante casi 6 años.

Un hombre común
A diferencia de Surcar Kuri, Busquets es no es un hombre rico ni su historia y apariencia permitirían suponer sus ligas con el poder político y económico. Es indudable, comenta Carlos Muñoz padre, que no compró la protección con dinero; “son otros los intereses que se movieron para encubrirlo. Aquí opera una extensa red de pederastia y pornografía infantil, ese fue el móvil del asesinato de Carlitos”.
De acuerdo al testimonio de Angélica María González, exesposa de Busquets, éste era un adicto a la pornografía, pasaba las noches visitando sitios electrónicos dedicados a la pornografía infantil y copiando material de sexo con niños. Lo hacía incluso en su casa, frente a sus hijos. No era extraño que el amanecer lo sorprendiera en estas actividades. Además de videojuegos, en su negocio Busquets comerciaba con discos compactos de pornografía infantil.
Pese a que estos datos eran conocidos desde el principio de la investigación, los mandos de la procuraduría estatal nunca permitieron realizar un cateo en el local propiedad de Busquets, ni se buscaron huellas digitales ahí o en la camioneta que trató de vender el días posterior al asesinato de Carlos Muñoz. No se aseguraron discos compactos ni su computadora personal, si bien, algunos videojuegos que contenían pornografía infantil vendidos por él sí fueron confiscados, casi dos años después, cuando ya había huido del país.

Los intocables
Durante la gestión de Cisneros en la Procuraduría Estatal la investigación del asesinato de Carlos Muñoz avanzó con paso lento, registrando múltiples irregularidades, errores y falsedades. Una de las más grabes, el extravío de las declaraciones ministeriales de Carlos Muñoz y su esposa, lo que impidió establecer fehacientemente la hora de la muerte del menor.
Muchas más irregularidades fueron presentándose al paso del tiempo. A las pocas semanas del asesinato, un indigente con incapacidad mental apodado El greñas se presentó como el asesino de Carlos Muñoz; “yo lo apuñalé”, declaró al Ministerio Público. El cuerpo no presentaba ninguna puñalada. Salió libre al poco tiempo.
El único testigo, Andrés Rodríguez de 11 años, quien había acompañado a Carlos hasta el local de Busquets el día de su asesinato, se retractó de su declaración sin que nadie, ni la policía, ni el Ministerio Público, le preguntaran el por qué de tal acción. En noviembre de 2005, un Andrés de 18 años acudió a rendir su cuarta declaración; hace siete años él sus padres fueron amenazados de muerte para que modificara su dicho.

Javier Gutiérrez Pesqueira, comandante de la policía municipal en 1999, fue el primer encargado del caso. Sus investigaciones lo llevaron inmediatamente hacia Busquets y la red de pornografía a la que éste pertenecía. Incluso, consiguió declaraciones de otros menores que habían sido hostigados sexualmente por Busquets. Fue él quien contrató los servicios de Savador Rafael Escobar, exagente del FBI.
Escobar aplicó el detector de mentiras a Busquets, la prueba demostró que esté había mentido al decir que no vio a Carlos Muñoz el 2 de enero de 1999. También comprobó que las huellas de la camioneta de Busquets coincidían con las encontradas en el predio en dónde fue arrojado el cadáver del niño. Todo ello valió para que Gutiérrez Pesqueira fuera acusado de obstrucción de la justicia y destituido del cargo. También fue destituido el agente del ministerio público que integró el expediente de la averiguación previa, Rafael Rosales.

A la llegada de Enrique Martínez a la gubernatura del estado, Oscar Calderón (recién nombrado Procurador) declaró que Carlos Muñoz había muerto “jugando luchitas o tae-kwon-do”. Declaraciones que despertaron la indignación pública, a la larga se vio obligado a nombrar a Juan García Chapa como fiscal especial para el caso.
García Chapa encontró que, tras año y medio de investigación, los trabajos llevaban ocho meses parados, el peritaje del detector de mentiras y otros documentos habían sido sustraídos del expediente, no se había interrogado nuevamente a la esposa de Busquets, ni se había asegurado el lugar donde se sospechaba se cometió el crimen. Tampoco había material o equipo confiscado.
Con un presupuesto que no alcanzaba para pagar ni la electricidad del despacho rentado donde estableció su oficina, Gracía Chapa logró rastrear el vehículo vendido por Busquets y ubicar el asiento trasero en un deshuesadero de la localidad, en éste se encontraron fibras de la camisa que Carlos Muñoz vestía el día de su muerte. También fue él quien logró el testimonio de Angélica María.
Con la ayuda de un experto, peinó los sitios de pornografía infantil en Internet, logró ubicar a Busquets y, tras meses de chatear con él bajo una identidad falsa, supo que este vivía en España. En un operativo conjunto con las autoridades ibéricas, la INTERPOL y el FBI, en septiembre de 2004 se logró su arresto.

La Juez María Luisa Valencia tuvo así en sus manos los elementos necesarios para dictar sentencia contra Busquets. De acuerdo a medios locales, recibió múltiples amenazas a medida que se acercaba el juicio.
Concluirá...

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