jueves, diciembre 20, 2007

En Otros Asuntos

ME FUI DE VACACIONES
nos leemos en 8 días

mientras tanto
FELICES FIESTAS

(mientras tanto, pueden darse una vuelta por los enlaces del menú a su derecha)
y claro... REGRESA NADIA...
REGRESA NADIA... REGRESA NADIA... REGRESA NADIA... REGRESA NADIA... REGRESA NADIA... REGRESA NADIA... REGRESA NADIA... REGRESA NADIA... REGRESA NADIA... REGRESA NADIA... REGRESA NADIA...

Etiquetas:

DESEO II

de princesas, dragones... y rosas
Mario Stalin Rodríguez

La princesa y el dragón yacen en el suelo de la alcoba real... Sus cuerpos retorcidos, rotos. Los hombres del pueblo se miran unos a otros sin comprenderse, tratando de explicar a los otros y a sí mismos su presencia en ese cuarto. Algunos, los menos, aún sostienen las antorchas, palas, trinches y palos con los que asaltaron el castillo.
Afuera los guardianes del reino, desarmados y atados, lloran la pérdida. Sólo el sacerdote permanece a las puertas de la fortaleza; “Herejía” grita a quien por ahí pasa. “Herejía” le repite a cada uno de los que salen del castillo... Sólo unos pocos, muy pocos, responden tímidamente; “herejía”.
En el cuarto ya vacío, entre las piernas rotas de la princesa unas escamas empiezan a palpitar. El dragón se incorpora y sacude su diminuto cuerpo viperino. Recorre con el olfato el cuerpo frío, prueba la sangre que mancha la alfombra extranjera... Las leyendas mienten, porque los dragones pueden llorar.
Las lágrimas caen sobre los ojos eternamente ciegos y un grito se escucha... Pronto se confunde con los truenos del cielo.
Empezó a llover...

Al principio fueron sólo pétalos que caían del cielo. Rojos como la sangre. El espectáculo parecía digno de verse, los niños jugaban entre ellos, las jóvenes los juntaban en canastas y baldes, las parejas paseaban abrazadas por la calle bajo la lluvia floral... Eso fue al principio.
Ella fue la primera en notarlo. Miraba por la ventana en dirección al castillo; “¿No lo escuchan?”, preguntaba, “llora por su amada y estos pétalos son sus lágrimas”. Quienes la escuchaban sonreían complacientes, pacientes; “es un premio”, le contestaban, “lo dijo el sacerdote, es dios que nos premia”... En el fondo, ellos tampoco lo creían.
“No lo escuchan”, afirmaba, “llora por su amada y estos pétalos son sus lágrimas... Pronto vendrá su castigo”. Pobre ella, tan hermosa y perdida en visiones de dragones melancólicos y princesas ausentes. Pobre ella que miraba por la ventana mientras la lluvia de pétalos continuaba. “Herejía” dijo el sacerdote cuando fue a verla.
Ella miraba por la venta y se lamentaba; “llora por su amada... Y pronto vendrá su venganza”.
Empezaron a caer rosas del cielo...

Las flores eran hermosas, sus pétalos eran del color de la sangre y sus espinas hirientes. Cuando alguien era cortado por ellas podía mirar los pecados de todos los demás. Los niños veían el verdadero rostro de sus padres, las parejas el del otro.
“Herejía”, gritaba el sacerdote desde la calle en medio de la lluvia floral. “Herejía” gritaba, pero al voltear a mirarlo los hombres y mujeres, los niños y ancianos del pueblo sólo miraban sus pecados... Y no eran pocos.
“Herejía” gritaba el sacerdote y al mirarlo la gente observaba la sacristía y escuchaba el grito de los niños. “Herejía” gritaba y al mirarlo se observaba el secreto deseo por la princesa, los celos, la envidia que le carcomía... “Herejía” gritaba el sacerdote y a cada grito una nueva espina cortaba su piel, un nuevo pecado era mostrado.
“Herejía” gritaba el sacerdote y pronto se quedó solo, ensangrentado, gritando en medio de la calle vacía... Las flores siguieron lloviendo.
Temerosa de los pecados propios y ajenos, la gente se encerró en sus casas...

Ella tomó rumbo al castillo... No temía a los pecados, siempre fue capaz de ver en los otros las faltas y de comprenderlas en el todo. No temía a los pecados, si acaso uno cometió fue el desear sin ser deseada. No temía a los pecados porque sabía que el deseo no lo era.
Llegó hasta la alcoba y él, el dragón, aún lloraba sobre el cuerpo de la princesa. a miró y ella sonrió. Se acercó hasta él y lo tomo entre sus brazos... El dragón se resistió a abandonar el cuerpo de su amada, pero ella susurro algo a su oído... “Es un asunto de festejo”, le dijo; “tu puedes elegir cómo festejar su vida y sus recuerdos... Si matando y muriendo o recordando... Es un asunto de festejo y qué mejor manera de recordarla que festejando su vida en vez de llorar su muerte”.
Por primera vez en meses, las nubes permitieron ver las estrellas...

Al amanecer el sacerdote aún gritaba... Andrajoso, llagado gritaba con voz ronca “herejía”. Las familias miraban el sol a través de las ventanas y los niños, impacientes, salían a saludarlo como a un amigo largo tiempo ausente. Todas las ventanas se abrieron, menos una, cerrada por primera vez en meses.
Dentro, en la penumbra, el dragón yace al lado de ella... Exhaustos entre los pétalos de rosa.

P.D. Y bueno, lo prometido es deuda...

Etiquetas:

jueves, diciembre 13, 2007

DESEO

de princesas y dragones
Mario Stalin Rodríguez

Los guardianes del reino se encuentran preocupados; la bella, la siempre justa, la dulce princesa ha secuestrado al dragón. "Un arrebato de locura" explican, a quien quiera oírlas, las ancianas de la aldea; "Herejía" clama desde el púlpito el sacerdote; "Herejía" se escucha en las calles aledañas al castillo.

Lentamente, enroscándose, recorre la tersa pierna; sus cálidas escamas producen un agradable cosquilleo, una risita surge de los labios reales.

Los guardianes del reino no sabe qué hacer; "Siempre ha sido al contrario" dice el más noble de ellos; "Sabemos cómo lidiar con dragones" dice el más joven, "pero nunca nos enseñaron a lidiar con princesas". Alrededor de la iglesia la gente se reúne, se repiten en murmullos la homilía del día; "Herejía" se escucha en cada grupo.

La lengua bífida rosa el ombligo y busca más arriba. La boca sin dientes besa golosamente el pezón izquierdo; una sonrisa complaciente ilumina el rostro real.

Los guardianes del reino se encuentran rebasados; la gente les exige actuar, pero su código les impide tomar las armas contra el castillo o sus habitantes. La gente se organiza en torno al sacerdote; "Herejía" rugen en la noche.

La cabeza escamada exhala un cálido vapor sobre el pubis, parece dudar antes de tomar aliento y adentrarse en aquello que gustosamente se le ofrece; el placer inunda la alcoba real.

Los guardianes del reino están atados a un poste; sólo les queda observar impotentes. A las afueras del castillo la gente toma antorchas, espadas, azadones y cualquier cosa que pueda servir como arma; "Castigo" grita el sacerdote...

Nadia Nehls Martínez... Nadia... Nehls Martínez Nadia... Monstrua... Regresa Nadia

Etiquetas:

jueves, diciembre 06, 2007

DE DESEO

Mario Stalin Rodríguez

La toca, recorre con sus dedos la silueta que se estremece bajo la ropa. La besa y prueba con sus labios el aliento que sabe un poco a mar, un poco a nostalgia, un mucho a promesa. La toca, recorre con sus yemas el cabello oscuro; el que huele a duraznos.
Se aparta un poco, la mira sonriente y ella corresponde el gesto, La besa de nuevo, ahora en la frente, ahora en los pómulos, ahora en el cuello. Ella ríe un poco.

Se aparta traviesa y le sonríe, con los dedos acomoda el fleco que le cae sobre los ojos marrones. Toma con cuidado la flor sobre la mesa, evitando las espinas y la coloca sobre el pecho, le mira invitante.
Él, por supuesto, sonríe y se acerca un paso; el mismo que ella retrocede coqueta. Baja la rosa a la altura de su ombligo, sonríe, la baja un poco más; sólo un poco más.

Él mira el carmesí, las gotas de rocío que sobre los pétalos se mantienen necias. Mira a un lado y al otro, sus ojos regresan a la flor, sí, pero sobre todo a lo que la enmarca.
La mira, sonríe preguntando. Ella sonríe afirmando... Se acercan.

Regresa Nadia...
Regresa Nadia... Regresa Nadia... Regresa Nadia... Regresa Nadia... Regresa Nadia... Regresa Nadia... Regresa Nadia... Regresa Nadia... Regresa Nadia... Regresa Nadia... Regresa Nadia...

Etiquetas: ,