jueves, enero 31, 2008

VERSIONES I

Mario Stalin Rodríguez

En efecto, las novelas mienten –no pueden hacer otra cosa- pero ésa es sólo una parte de la historia. La otra es que, mintiendo, expresan una curiosa verdad (...) No se escriben novelas para contar la vida sino para transformarla.
Mario Vargas Llosa
La Verdad de las Mentiras

"A todo esto él leía
novelas policiales"
Julio Cortázar
La Vuelta al Día en Ochenta Mundos

I
Regresa a la ciudad, finalmente; siempre regresa a la ciudad. De noche, manejando cansado, la mira desde la ventana del auto y se reconoce en el firmamento inferior, en las constelaciones extrañas, cambiantes, que en el suelo dibujan las bombillas. En sus trazos caprichosos, a veces, cree leer los nombres de las ausencias que lo definen, el de la esperanza que lo alimenta.
Salió huyendo de la ciudad, de los fantasmas que poblan sus calles cotidianas, sus paisajes diarios. No era la primera vez, suele hacerlo cuando el peso de los recuerdos que habitan en las esquinas le oprime, cuando la soledad de las multitudes se le hace insoportable, cuando la esperanza no basta; entonces, con pretextos o sin ellos, toma sus maletas y vuela lejos.
Pero allá donde se llega, en cualquier lugar, la soledad que lo habita es la misma. Finalmente, las ausencias que lo definen no son de distancias y no son las distancias lo que podrá curarlas.
Por eso regresa a la ciudad, por eso siempre regresa a la ciudad.

Fue la ciudad la que lo creo; nació de la ciudad y para ella, es en sus calles que identifica a sus fantasmas y sólo de sus callejones nutre sus cotidianidades. Camina, casi siempre sin rumbo, por los camellones y se entretiene en glorietas solitarias.
Se enamora y desenamora de estatuas frías en fuentes y pedestales. Quiere y es querido por otros nombres y otras risas, más nunca por aquellas que con sus ausencias poblan sus párrafos.

Es la última vez, se dice, no volverá a huir de estas calles. Es la ultima vez, se dice, pero era necesaria; le era indispensable despedirse de sus fantasmas en la soledad que la distancia garantiza. Borrar de sí los nombres de la ausencia y encontrar en sí el espacio de la esperanza.
Tomó sus maletas y corrió a la frontera con el pretexto de encontrar los últimos días de una niña desaparecida tiempo atrás; la misma historia contada mil veces con mil nombres distintos; sólo una víctima más de la injusticia que medra en las polvorientas calles de una ciudad fronteriza.
Por eso mismo, dijo Héctor, es que es importante contar su historia, para que no vuelva repetirse mil veces más con mil nombres distintos, para que el crimen que se comete cotidianamente se detenga, y se detengan también los crímenes de la autoridad complaciente y cómplice, los de la sociedad vergonzante, indiferente y, por ello, culpable.
Tomó sus maletas, las empacó en la cajuela y salió huyendo de la ciudad. De las sombras que no lo dejaban olvidar sus ausencias y de la esperanza que, lentamente, las suplantaba.
Es la última vez, le dijo a quien en cinco letras daba nombre a otro mañana. Es la última vez, le repitió en la despedida, pero es necesaria; para ambos era indispensable aprender a lidiar con los propios fantasmas en las nuevas presencias. Para ambos era indispensable desprenderse de los otros que fueron, para aprehender al otro que frente a ellos se dibujaba.

Héctor escribe de la realidad en las páginas de alguna revista semanal y basta con este dato; no importa aquí el nombre ni la tirada, es una de aquellas revistas de nombre incierto e incierta duración (aunque ésta llegue ya a cumplir su quinto aniversario), leída sólo por aquellos que le son fieles y cuyos párrafos pretenden incidir (casi nunca con los resultados esperados, casi siempre sin resultados) en la vida cotidiana del Poder y sus maquinaciones.
No es, del todo, un mal trabajo, da para la vida y los pequeños lujos; permite a Héctor mostrar ventanas dónde la gente no las ve y le permite, sobre todo, escribir de sí y de las ausencias que le definen. Con el paso del tiempo, la correctora de estilo y el diseñador han aprendido a dejar pasar las mayúsculas con las que otro mensaje oculta en sus textos este periodista citadino.
Porque no sólo de la realidad escribe; en claves absurdas, en escondites pensados para ser encontrados, Héctor retrata también sus ausencias y, últimamente, el nombre de la esperanza; las cinco letras del nuevo mañana.

Es la última vez, le dijo esa madrugada, cuando cansada, satisfecha y sudorosa, dormía a su lado. No serán más las ausencias lo que los separen, se prometió, le prometió; nunca más los fantasmas habitarán las constelaciones del pecho que a su lado respira.
Regresó a su casa, a su refugio y ella lo esperaba adormilada en un sillón, enfundada en una camiseta tal vez demasiado larga y pantalones peruanos muy amplios, sin maquillaje, despeinada; hermosa. La miró desperezarse, reconoció los lunares de su rostro y la deseó. Nombró a la esperanza en las cinco letras de su nombre y, sin dejarla preguntar nada, la besó. Abrazados, desvistiéndose sin abrir los ojos, llegaron al dormitorio.
Horas después se despidió de ella con un beso en la frente. Sólo dijo su nombre cuando ella, aún dormida, balbuceó una despedida. Tomó papel y lápiz y, junto al bosquejo de un felino indiscreto, garabateó su deseo en frases escuetas.
No partas más, quédate. Permíteme despertar a tu lado sin la inminencia de una despedida. Permíteme encontrarte cada noche, cada madrugada. No partas más, quédate. Aprendamos a ser nosotros donde ahora sólo estamos tu y yo.
Dobló el papel en 12 partes exactas y lo dejó sobre la mesa de la cocina, donde ella lo encontraría al despertar, mientras él se encaminaba a su trabajo vergonzante.

Héctor es también profesor de las nuevas generaciones de comunicólogos, es ésta, queda escrito, su actividad vergonzante; de ella no habla con propios ni ajenos, ni de la paga ahí obtenida puede comprar casi nada. Es sólo que nunca entendió bien su vida fuera de las aulas y a ellas recurre para mantenerse cuerdo.
Se encarga de los cursos de Géneros Periodísticos en los salones de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Pero, queda escrito, de ello no hablará abiertamente; porque su presencia ante el pizarrón es, como buena parte de su vida, inútil intento de olvidar las distancias que de sus imposibles lo separan. Un lugar para ser él, sin sus ausencias y lejos de la esperanza que lo rescribe.

Dos ausencias le dan forma a la soledad que lo define. La primera de ellas es el retrato de la memoria, el rostro de quien hace mucho se marchó a lugares a lo cuales él no sabe seguirla. Con ella aprendió a escribirse en el verbo extraño de amar y, por mucho tiempo, fue ella el parámetro para buscar en otros amaneceres, en distintas sábanas, la sonrisa que le fue arrebatada.
La segunda ausencia le enseñó la posibilidad de futuros distintos, una nueva ortografía en la que amor se escribía en siete letras. La segunda ausencia fue, siempre, sólo promesa; posibilidad nunca realizada. Hubo acercamientos y distancias y, siempre, en la presencia o la posibilidad, incluso en noches y madrugadas compartidas, lo llamó sólo amigo y, como tal, se resignó a permanecer.
Sus ausencias le dan forman, la soledad lo define. En ella, en ellas, vivía los días en los que descubrió la esperanza. Familiar y extraña, conocida y ajena, lentamente, le mostró otra manera de ver el mañana; una donde sus fantasmas fueran memoria y no cadenas.

Que no haya error posible, porque si de ausencias se compone éste vergonzante profesor, periodista citadino. También presencias lo definen; en otras sábanas se arrulla, otras risas busca. Así descubrió constelaciones en el pecho de la esperanza, el amanecer en su mar salado.
Es sólo que, de madrugada, cuando el insomnio hace presa de él (casi siempre), se descubre pensando en ellas, en una vida que se escribe en condicionante; y si... Y esta duda también lo define, como lo define, ahora, el deseo que en estos párrafos empieza a escribirse.

P.D. que advierte
A partir de esta actualización y cada último posteo del mes se publicará un capítulo de mi primera y (hasta el momento) única novela... Ésta fue merecedora de una mensión honorífica en el concurso de primera novela realizado por la UNAM y la editorial Joaquín Mortiz hace algunos años... Desde no me había acordado de ella hasta recientemente...
Ya está, advertidos quedan... El que avisa no es traidor.

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miércoles, enero 23, 2008

BAJO LA LLUVIA

Mario Stalin Rodríguez

La gota resbala por la letra y se lleva con ella un poco más de tinta. Son ya pocos los caracteres comprensibles sobre la página; no podemos más saber sobre su sentido que meras conjeturas.

No es un libro viejo, tal vez fue dejado en este prado por una pareja de amantes. Leían, quizá, los poemas en él contenidos cuando el diluvio los sorprendió y en la prisa por mantenerse lo más secos posible dejaron tras de sí el poemario.

Hace ya tanto que el agua cae sobre las hojas que el separarlas resulta tarea poco menos que imposible; no podemos ojearlo y descubrir por ese medio el motivo de sus párrafos.

Es un libro grueso, tal vez olvidado por un estudiante. Repasaba en sus páginas las teorías fundamentales de la economía cuando lo sorprendieron las primeras gotas. Debió suspirar aliviado en la carrera, librado repentinamente del enorme peso.

El forro, portada, contraportada y lomo, se ha vuelto una masa pegajosa de cartón húmedo. Si en él letras o ilustraciones hubo se han perdido con el agua, no podremos estudiarlos para inferir su tema.

En el costado de las hojas se aprecian unas manchas rojas, deslavadas con el agua, persisten aún; parecen sangre. Tal vez una joven compro el libro de su escritor preferido, tal vez marchaba, por la calle junto a la plaza, acompañada de muchas otras esperanzas. Tal vez todas gritaban, bailaban y cantaban, contra el sistema que les oprime. Tal vez llegó la policía, o el ejercito, o el ejercito disfrazado de policía (tantas opciones hay) y con toletes, escudos, botas y cascos arremetió contra los manifestantes. Tal vez la alcanzaron cuando por este prado huía. Tal vez, entre los golpes, soltó el libro no hace tanto adquirido. Tal vez eso sucedió hace apenas unas horas, después llegó la lluvia.

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miércoles, enero 16, 2008

DIÁLOGO

Mario Stalin Rodríguez

¿Perdón?

¿Es a mi?

Llamadme Ismael.

No, perdón, no me burlo de usted.

¿Cómo?

No, se equivoca, este barco no va a puerto seguro... Mírenos, cómo podríamos ir a puerto seguro si somos locos.

No, no creo que pueda hablar con el capitán... Sabe, no hay capitán; ya le he dicho que somos locos. Aquí cada quien va a su rumbo... Sólo es la casualidad la que nos ha puesto en el mismo barco con el mismo destino.

Por supuesto que tenemos un destino; somos locos, no idiotas... Sólo que no sabemos bien a bien cuál es.

Bueno, algunos... Me corrijo; todos nos lo imaginamos... Lo que pasa es que nunca hemos estado ahí.

¿El mar? Bueno, allá atrás... Muy lejos.

Claro que es un barco, sólo que su travesía es por tormentas de otros océanos... Unos un poco más complicados.

¿Se ríe? Ya ve, ha adivinado un poco de nuestro destino.

No, en verdad; no me burlo de usted... Su risa tiene algo que ver con nuestro destino; es uno donde su risa es posible... Y me acompaña.

Por supuesto que tenemos un destino, sería absurdo embarcarnos en una aventura sin destino... Claro que existe.

Bueno, si no existe nuestro destino, tampoco importa demasiado... Ya nos ocuparemos de construirlo.

P.D. Que se adhiere
Desde La Realidad Estupefaciente, don Santiego propone empezar ya y de una buena vez la lucha entre el bien y el mal... E incluso le pone video y tema musical...


Yo me adhiero...

P.D. que actualiza la lista de enlaces
En el menu de la derecha (de la derecha de la pantalla), ya hace rato que hay unos enlaces que o no sirven o los blogs a los que se dirigen cambiaron de nombre o directamente cerraron, por eso se edita:
La Nota
porque hace siglos que no actualiza
Electra
porque restringió el acceso a su blog únicamente para los invitados
Cementerio de Elefantes
porque María ya declaró que no vuelve a escribir en ese blog
El Hombre que Escuchaba Demasiado
porque su administrador le cambió de nombre por el suyo
Y el MSV
porque entre broma y broma, a veces paracen defender lo que debería ser atacado...
Y ya está; el resto queda como estaba.

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miércoles, enero 09, 2008

Off Topics...

Instrucciones para Conquistar a la Mujer de Ojos Infinitos
Mario Stalin Rodríguez

I
El primer paso es simple;
llegue hasta ella,
mirando siempre
el piso.

Una vez instalado en frente;
clave la mirada en la suya
y piérdase por un minuto,
silenciosamente,
en sus abismos

II
El segundo paso es dulce;
salga trabajosamente,
mirando siempre
el cielo.

Una vez liberado de abismos,
mire sus ojos dulcemente
y con voz firme
y modulada
diga lo siguiente:

III
“Si he venido hasta ti,
mujer de ojos infinitos,
ha sido para contemplar
el universo de tu mirada.

Si he osado perturbar
tu horizonte, dulce maga,
ha sido para mirar tu voz
y escuchar tus ojos.

“Si me atrevo a molestar
tu presencia con la mía,
mujer de sueños posibles,
es para decirte lo que pienso.

“Si me permito tal libertad
es porque no pienso
sino en ti,
es porque no sueño
si no es contigo.

“Si me atrevo a hablarte,
mujer de mirada de universo,
es para decirte lo que siento,
es para decirte que te amo”.

IV
En sus ojos se nota
un poco de curiosidad.
Ahora lo importante
es no correr por ayuda.

Con ademán de mago
estire la mano,
la izquierda,
y extraiga una flor...
Regálesela.

V
Todo funciona bien hasta ahora;
ella está sorprendida
y no nota lo que hace,
mira la flor.

Aproveche su descuido,
ahora que no lo ve
dele un beso...
No cualquier beso;
el más bello de todos.

VI
Después de estos pasos
ella deberá darle
lo siempre deseado,
lo anhelado.

Pero si no sucede,
no desespere;
siempre queda
e último recurso...

Mírela con la frente alta,
que sus ojos sean indiferentes
y con voz firme diga:

“Vete siempre
a la chingada, dulce diosa,
al fin que no me importa”.

Aléjese con paso firme,
pero apresurado.
No deje que ella note que,
con todo,
su rechazo mata.

VII
Esta última nota es importante;
estos pasos sirven, también,
para conquistar al hombre
de los ojos infinitos.

Basta, entonces, modificar
un poco su forma y cambiar
el ella
por el él.

P.D. que se explica
Un breve paseo por los links del menu de la derecha (la derecha de la pantalla, no otra derecha) arrjará la sospresa de que mucho de los blogs que visito regularmente están dedicados a la poesía... No a la poesía que nos venden como tal y abarrota de diversos grados de cursilería los estantes de cualquier librería; no la poesía que escribimos en nuestros arrebatos adolescentes y es, en general, más basura... Una poesía un poco más honesta, pero poesía al fin y al cabo.
Y eso es raro, porque no suelo leer poesía... vamos, si me apresuran diré que el único poeta hispanoparlante que puedo leer es Pablo Neruda; los otros si acaso los tolero y la mayoría de las veces me parecen o insufriblemente cursis o insufriblemente malos.
Aquí entonces el misterio; si no leo poesía impresa, ¿por qué la leo en los blogs?... Parte de la respuesta ya la he sugerido; porque la que leo en estos virtuales lados me parece más honesta... Pero debe haber otra explicación posible, sólo que honestamente la desconozco... Tal vez tenga que ver con mi incapacidad manifiesta para escribir poemas; no puedo y me desespero cuando lo intento... Hasta donde recuerdo sólo hice un esfuerzo acabado por escribir un poema y de eso hace ya mucho años, tal vez más de una década... Ese es, justamente, el que aquí se presenta sin ediciones ni actualizaciones.

P.D. que presenta
Hablando de blogs dedicados principalmente a la poesía...
Mundo, te presento a Nosotras Mismas de
Nosotras Mismas, te presento a la muy pequeña parte del mundo que lee mi blog.

P.D. que promete
Sí, sí; lo sé... Algunos de los enlaces del menu han desaparecido, otros llevan siglos sin actualizar y algunos más se han declarado cerrados... Prometo solemnemente que la próxima semena los checaré uno por uno y borraré los que hay que borrar y cambiaré de nombre o dirección los que haya que cambiar...

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miércoles, enero 02, 2008

CRONOMETRO

el tiempo y la arena

Mario Stalin Rodríguez

Hay una historia en todo estos y es, obviamente, una historia de encuentros y desencuentros; de soledades y compañías; de caminos y experiencias. No es una historia sencilla, porque pocas historias lo son, al menos no las que valen la pena... Hay una historia en todo esto y quiero contártela.

Verás, el tiempo y la arena tienen mucho en común; tratar de apresarlos es un esfuerzo inútil y tratar de ganarles es una carrera perdida... Al menos eso es desde un punto de vista. Desde otro, el tiempo y la arena no se parecen en nada.
Porque puedes (y se ha hecho) tratar de medir el tiempo con la arena, pero medir la arena con el tiempo es absurdo. Y puedes construir con la arena, pero una ráfaga de aire, una ola o el tiempo terminarán, invariablemente, por derrotar a los efímeros castillos; no sucede lo mismo cuando construyes con el tiempo.
Pero divago... En todo esto, queda escrito, hay una historia que quiero contarte.

Él y Ella ven el tempo (y la arena) de maneras distintas y así es mejor. A través de la historia se encontraron en distintos momentos y volvieron a separarse, mirando siempre al tiempo y a la arena de manera distinta.
A veces Él miraba de tiempo desde la periferia; se sentaba, silbaba y esperaba. A veces ella miraba la arena correr entre sus dedos y se desesperaba... A veces, tal vez, fuera al contrario.
Otras veces Él jugaba con el tiempo y unas más peleaba en su contra. Otras veces Ella caminaba con el tiempo y disfrutaba de correr descalza sobre la arena... Algunas veces, queda escrito, se encontraban en esta historia.

Y algunas veces se descubrían mutuamente y encontraban, cómo no, que miraban al tiempo y la arena de manera distinta y así era mejor. Porque Él calmaba sus impaciencias escuchando la risa de ella y trataba de apresar un poco tiempo para sus manos, para el reflejo del sol en el cabello de Ella.
Y algunas veces en esta historia, Él y Ella se separaban...

Algunas veces Él la buscaba y miraba en las estrellas las constelaciones de su pecho. Otras veces creía olvidarla y la encontraba retratada por ausencia en quien sus días compartía.
Otras veces la encontraba...

Primera uva... Regresa Nadia

P.d. Y con ustedes

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