IRA
Salgo con amigos, charlo con ellos, me río... Hablamos de sus cosas, de conocidos mutuos, de la situación del país, de los caminares del mundo. A veces preguntan por mi, entonces sonrío, doy evasivas, desvío el tema... Quiero cerrar los ojos, pero me detengo y sigo andando y vuelvo a charlar.
A veces ella, que algún tiempo fue compañera intermitente en mi cama, me busca. Salgo con ella, charlo, difícilmente me río... Cada vez menos, ella intenta acercarse, entonces sonrío, desvío el rostro, cambio de tema... Ella enfurece, me habla de ausencias, traiciones, distancias; me arroja en el rostro la soledad que me imponen... Sonrío, cómo no hacerlo ante la ira de quien tan poco sabe y menos comprende... Y quiero cerrar los ojos, pero me detengo y sigo andando y vuelvo a charlar con ella y a retirarme cuando quiere acercarse.
Nuevas presencias buscan ser compañía en mis días y noches. Tal vez llamadas por un instinto de ayuda, por compasión malentendida o, sólo tal vez, por ver en mi melancolía una oportunidad, se acercan... Siempre es igual, sonrío, charlo, difícilmente me río y me alejo conforme ellas se acercan... Y quiero cerrar los ojos, pero me detengo y sigo andando.
No, mis días no tienen ya tiempos muertos... Dentro de mi, alimento la ira.
Es en las madrugadas cuando la soledad que me imponen asalta... Porque fue una madrugada en la que, después de tanto tiempo, reconocí en sus letras aquello que de mi faltaba y fue de madrugada cuando su sonrisa se transformaba en música en la noche... En las madrugadas la soledad asalta.
A veces intento dormir. Cierro los ojos y escucho su risa, su voz cantando... Cierro los ojos y veo el reflejo del sol en su cabello, los abismos de sus ojos infinitos, los lunares de su cuerpo, el vello de mi deseo... No logro dormir, sólo pienso en cuál fue mi error, dónde el pecado que me condena al silencio y la soledad; en qué me equivoqué.
Doy vueltas tratando de ahuyentar las imágenes y las dudas, me desespero. Me insulto e insulto al mundo... Intento dormir y las imágenes , las dudas, vuelven... Me desespero e, insomne, abandono las sábanas con su nombre en los labios, aquel que escribía amor a seis letras.
En las madrugadas la soledad asalta... Dentro de mi, la ira crece.
Cuando la ira lucha por salir me recuerdo que “yo entiendo”, “no te preocupes; así es la vida”... Y durante mis días, cuando evito cerrar los ojos y pensar en su sonrisa, es fácil contenerla.
Cuando la ira lucha por salir me recuerdo que “yo entiendo”... Pero en las madrugadas la soledad asalta y su recuerdo me persigue y mis dudas me atormentan... Y la ira crece.
A veces, cuando la ira lucha por salir, pienso en afilarla, alimentarla... Y echar a andar...
Etiquetas: Rebeca, tratado sobre la necedad