jueves, mayo 14, 2015

EN DEFENSA DE LA PIEL

elogio a la desnudez aparente

Permítaseme la declaración inicial; no encuentro nada condenable en la pornografía. Tanto más, como toda creación estética humana, puede llegar a ser destacable y plausible... Y, por favor, no caigamos en la absurda y artificial distinción, según la cual, la “pornografía artística” (destacable y plausible) no es pornografía, sino erotismo (mojigatería idiota donde las haya, que ya ha sido discutida antes en estos bites).
            Así, no encuentro en la pornografía, per se, la cosificación de la mujer o la proyección de fantasías machistas de dominio y sumisión femenina. Creer que todo ellos es inherente a la pornografía es tan absurdo como exigir la prohibición de los martillos, sólo porque un descerebrado decidió descerebrar a alguien más por el método de abrirle el cráneo con uno de estos.
            No, no encuentro nada condenable per se en la pornografía... No me asusta la visión de un cuerpo (masculino o femenino) desnudo, ni la sugerencia (implícita o explícita) de que dos o más personas, sin importar su género, realizan actos sexuales (reales o fingidos).
            Y si la desnudez real de una persona no me asusta, menos lo hace la parcial ni, mucho menos, la meramente aparente.

La última aclaración me parece pertinente porque el ser humano, capaz de las mayores grandezas, en multitud es, esencialmente, un idiota... Y la estupidez humana (que, ya lo dice el lugar común, es infinita) se manifiesta incluso en las tonterías más ridículas.
            Ridículas tonterías, inocuas en apariencia, que gracias a las nuevas tecnologías y, particularmente, al auge de redes sociales como twitter o facebook, encuentran fácil eco y se viralizan rápidamente... Y viral parece ser el término adecuado, porque parecerían contagiar su idiotez (ésta sí, inherente a ellas), multiplicándola y eternizándola.
            Todo lo cual viene a cuenta por esta imagen:
            Las mujeres en la parte superior son actrices de la industria porno estadounidense, durante la ceremonia de premiación a las películas del género. Las de la parte baja, personalidades del mundillo pop de la misma nación, durante la gala del MET (Museo Metropolitano de Arte) de Nueva York.
            Al margen del evidente contraste (que puede muy bien ser explicado en estos términos), de la comparación llama la atención no tanto lo que en ella se ve, sino las reacciones que provocó.
            No se trata sólo de notas frívolas en revistas frívolas que analizaban y criticaban el vestuario elegido por a según qué personalidades para el segundo evento, sino que éstas posturas fueron retomadas por usuarios de redes sociales y compartidas, acompañadas, en la mayoría de los casos, de frases tales como “Las actrices porno demuestran tener más clase”, “CONCURSO DE A VER QUIÉN ENSEÑA MÁS...COMO SI ESO DIERA CLASE Y CALIDAD....DE PENA AJENA”, “el grado de vulgaridad de las chicas MET es apabullante... eso si que raya en lo pornográfico... qué ironía” y, mi favorita, “no creo que les aprecien sus características intelectuales, o espirituales vistiéndose así”, etcétera (transcribo tal cual, respetando la sintaxis y ortografía de los originales). Todas las citadas (y muchas otras de sentido similar) de mujeres, normalmente críticas, normalmente feministas.
            Obsérvese que ninguno de los comentarios citados hace referencia a, por ejemplo, “la cosificación del cuerpo femenino que implican estos vestuarios” o al cómo “estos les son impuestos por una industria que fomenta y perpetúa el heteropatriarcado dominante” (todo lo cual sería discutible, pero se entendería). No, los comentarios se centran en cosas como la ausencia de “clase” y la “vulgaridad” de los vestidos.
            Creo yo, aquí yace el meollo de todo esto.

Será, tal vez, que no son comentarios inocuos provocados por una imagen inocua que se viralizó en redes sociales, sino síntomas de una enfermedad social.
            Retomemos el comentario; “no creo que les aprecien sus características intelectuales, o espirituales vistiéndose así” y confrontémoslo con otras imágenes también virales, en su momento, en redes sociales (que no todo va a ser estupidez en internet):

            ¿Entendemos la similitud?
            Sí, efectivamente, los comentarios arriba citados reproducen exactamente aquello se critica en esta campaña; juzgar a alguien no por quien es (o lo que representa), sino por su vestuario...
            Y no se trata, por supuesto, de creer que la industria pop estadounidense (de la cual, las mujeres aquí presentadas son pardigmáticas representantes) esté libre de pecado Tanto más, efectivamente, es un medio en el cual los roles de género se reproducen y glorifican (recuérdese, según este mundillo, las mujeres solteras sólo desean el anillo de compromiso).
            Se trata, por el contrario, de reconocer el sistema del que estamos hablando y saber aprovechar, a nuestro favor, sus contradicciones... Y una de ellas, justamente, es la desmitificación del cuerpo, la piel y la sexualidad.
            Al final, la liberación de los géneros pasa, necesariamente, por el derecho de cualquiera a mostrar su cuerpo libremente sin ser juzgado ni atacado por ello... Cuando hayamos aprendido esto y nos liberemos de morales estúpidas y medievales, habremos avanzado (aunque sea a pasos pequeños) hacia una mejor sociedad.

Mario Stalin Rodríguez.

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