jueves, julio 30, 2015

POR LOS CAMINOS DEL SUR

VÁMONOS PARA GUERRERO

Quisieron enterrarnos, pero no sabían que somos semillas
Consigna por los 43 desaparecidos

Tixtla, Guerrero, tarde. El auditorio de la Normal Rural Isidro Burgos se va llenando poco a poco, están los trabajadores Administrativos, Técnicos y Manuales de la Organización Nacional  INAH, algunos estudiantes de los que viven en el internado de la escuela, actualmente en temporada vacacional y, sobre todo, los padres de los 43 normalistas desaparecidos en los hechos del 26 y 27 de Septiembre del año pasado.
            El motivo de la reunión es tan simple como entregarles el apoyo que, solidariamente, los trabajadores del INAH recaudaron para ellos. El motivo de la reunión es tan complicado como venir a sumar nuestro apoyo a su lucha, para mantenerlos en píe, para seguir buscando, para sumarnos a su caminar hasta no encontrarlos.

En busca de 43 luceros
El viaje inició temprano, tanto que muchos, la mayoría, llegaron a la cita sin nada más que un tamal con su respectivo atole no en el estómago, sino en una bolsa en la mano.
            Inició temprano, sí, pero no tanto como debería. Entre organizar la logística del viaje y esperar a los rezagados, el camión salió con una hora de retraso, lo que tal vez no suene a demasiado, pero sí lo es cuando se considera un viaje de casi 300 kilómetros por las siempre impredecibles carreteras de México. Tanto más, porque había compañeros esperándonos en el camino y porque allá lejos, en Guerrero, nos esperaban los padres de los 43 luceros.
            Será, tal vez, por eso que se decidió no hacer un alto para comer en el camino y dirigirnos directamente a nuestro destino.

No fue fácil llegar a este día, en parte por las dificultades propias de organizar la recaudación y en parte porque se atravesó el proceso del cambio de Comité Ejecutivo de la D-III-24 y un muy complicado proceso electoral en Guerrero.
            Fue difícil llegar a este día, en parte porque el ambiente del país no es el más tranquilo y la política del Gobierno Federal pareciera ser echar gasolina al fuego a través de la represión y el enfrentamiento.
            No, no fue fácil llegar a este día...  Pero aquí estamos, es el 22 de Julio y los caminos del Sur esperan.

A lo largo del trayecto se fueron sumando compañeros de Morelos y, casi al final, del propio estado de Guerrero, hasta llegar a ser poco más de 40 compañeros.
            La llegada no fue directa, justo en la desviación a Tixtla se había instalado un retén de la Policía Federal, por lo que se decidió esperar a unos metros por una comitiva de los padres de familia, quienes llegaron por nosotros acompañados de algunos miembros de la prensa para conducirnos, tras poco más de cinco horas de trayecto, finalmente a la Normal Rural Isidro Burgos.

Del nahuatl “Río de Tortuguitas” (Ayotl-Tortuga o calabaza, Tli o i-diminutivo y Apan-río), Ayotzinapa es una comunidad de apenas 84 habitantes, absorbida en los hechos por Tixtla en Iguala, Guerrero. Cuna de grandes luchadores sociales como fue Vicente Guerrero y, en tiempos más recientes, Lucio Cabañas y Genaro Vázquez, ambos, por cierto, egresados de la Normal Rural Isidro Burgos.
            Ahí nos recibieron los padres de los desaparecidos, en la cancha techada. Ahí nos recibieron ellos, muchos sin estudios o prácticamente analfabetos, padres de los futuros maestros desaparecidos. Ahí nos recibieron ellos, de los más pobres entre los pobres y también los más hospitalarios.

El pueblo unido, jamás será vencido
No quisieron recibir el apoyo inmediatamente, después de abrir las puertas y darnos la bienvenida entre consignas, nos invitaron a comer; “primero descansen, coman, convivan un poco. Hablen con los padres y los muchachos, conozcan un poco de la escuela, ya después lo demás”, nos dijo el vocero de los padres de familia.
            No fue una gran comida, un poco de arroz blanco, unos fríjoles negros y chicharrón en salsa roja con el picor guerrerense, acompañado todo por tortillas y agua de horchata con hielos que, con el calor y el largo camino, se agradecían. No, no fue una gran comida, pero fue generosa; dada y recibida desde el corazón y la solidaridad.
            En la cancha se colocaron los pupitres que ocuparan los 43 desaparecidos, cada uno con la foto de quien ahora está ausente, con sus útiles escolares y su ropa. Cada uno con una pequeña tortuga de papel maché.
            Alrededor, colgadas de las columnas que sujetan el techo, las mantas de apoyo al movimiento, de Chapingo, de la UAEM, de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, de la UPN y, ahora, la de la Organización Nacional de los trabajadores ATM del INAH... Organizaciones tan distintas, personas tan diversas y todos hermanos; compañeros de un mismo camino.
            Mientras la comida estaba lista y durante ésta, pudimos escuchar a algunos de los padres de familia; “Soy albañil, apenas y sé leer, pero con mi trabajo sostenía a mi chavo, para que estudiara, para que tuviera las oportunidades que yo nunca tuve”. “Nunca antes me había metido en estas cosas, no sabía nada de marchas ni de protestas. Pero ahora, ya ve, con lo que le hicieron a mi hijo, me queda claro que este gobierno no va a hacer nada si nosotros no lo obligamos”...
            Después nos dirigimos al auditorio de la escuela, ahí parte del Comité Ejecutivo de la D-III-24 y algunos Secretarios Nacionales, en presencia de los trabajadores que les acompañamos, se entregó finalmente el apoyo de $214,600.00, recaudado entre los sindicalizados del INAH (un día de salario donado de manera voluntaria).
            También se refrendó el apoyo de nuestra organización sindical a su lucha, a fin de sumar esfuerzos y acciones... Fue este un primer encuentro, el primer paso de un camino largo que terminará hasta encontrar a los desaparecidos con vida y conseguir el castigo a los culpables.

El regreso también fue largo (“¿A poco  ya se van? Si hasta les habíamos preparado un dormitorio”, se despidió consternado uno de los padres de familia), en parte porque el día fue cansado y, por otra parte, por las obras del Viaducto Elevado que se desarrollan en la Carretera México-Cuernavaca y que obligan al cierre de la entrada a la ciudad entre las 22:00 y las 06:00 horas del día siguiente.
            Volvimos a la ciudad rayando ya la medianoche. Cansados, sí... Pero nadie dijo nunca que sumar solidaridades para el parto de un mejor mañana, fuera un paseo dominical.

Mario Stalin Rodríguez
(con el apoyo de José Fierros, Secretario de Materia de Trabajo de la D-III-24)

Crónica realizada para la organización sindical D-III-24 con motivo de la entrega del apoyo económico recaudado entre los trabajadores afiliados a esta organización sindical y publicada en el Boletín Informativo especial número 02.

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jueves, julio 23, 2015

La Otra Versión 21 (edición especial In Memorian)

Recordemos que esta historia tiene una historia que puede ser vista (ordenada por capítulos) acá.
Ahora sí, prometo que este capítulo tiene una explicación, que podrá ser leída al final...










Y continuará...
Aunque no, estos personajes no volverán a ser vistos...
Verán, en tiempos recientes (allá por Marzo de este año) murió Sixto Valencia Burgos, uno de los principales historietistas de México y responsable, por muchísimos años, del apartado gráfico de Memín Pinguín, personaje que, de hecho, lo llevó a protagonizar una de las más grandes batallas que se hayan dado en nuestro país de un creador contra el aparataje empresarial (batalla que el propio Sixto Valencia narra mejor de lo que yo podría hacer).
Como puede deducirse del enlace y de la cita que cierra el capítulo, esta batalla terminó con la victoria del dibujante, otorgándole a él la exclusividad de los derechos sobre el personaje, su historia y todos los personajes relacionados (mismos que pueden ser conocidos más o menos a profundidad, aquí). Derechos que el dibujante decidió legar al pueblo de México todo...
Y por eso... Y porque la historia de Sixto Valencia contra Editorial VID debe ser conocida, es que decidí reescribir este capítulo para rendir homenaje a quien homenaje merece...
Descanse en Paz
In Memorian
Sixto Valencia Burgos
(1934-2015)

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miércoles, julio 15, 2015

críticos y criticados 05

En realidad, en 2004 y años posteriores escribí algunas otras críticas para libros y, a veces, todavía suelo hacerlo (aunque, últimamente, como lo hago por gusto, no son tanto críticas, sino reseñas de libros que sí me gustan), aunque sólo la actual y las dos anteriores fueron sobre textos de, llamémosles así, personalidades reconocidas de la literatura y son, por eso, las únicas que recupero en esta especie de ejercicio de memoria...

LECTURAS QUE DAN MIEDO

Enrique Serna; El Miedo a los Animales; Ed. Joaquín Mortiz; México 2003, PP. 269.

Inicio con aclaraciones; a Serna el lector se debe acercar con pinzas y un dejo de disgusto por sus frases, sobre todo, a partir de su obra más famosa; el El Seductor de la Patria y su patético intento por reivindicar lo injustificable.
            No se trata de sus cualidades literarias (que le faltan), aunque sus personajes resulten simplistas y sus historias llenas de huecos (de ello se habla más adelante). Quede escrito para actas: aquello que más recelo causa del autor son los preceptos de los que parte; ideas preconcebidas y poco argumentadas que no puedo ser compartidas.
            Se inscribe en la escuela de escritores que, de tan realistas y tan alternativos, atentan hasta contra la mínima coherencia narrativa. En ello, que todo hay que reconocerlo, comparte mesa con Aridjis (La Santa Muerte) y Bolaños (Putas Asesinas), además de una retahíla de escritores que siempre es preferible omitir.
            Escuela que se nutre (que es la manera elegante de decir plagia mal) de Vargas Llosa. Literatura pretendidamente realista, pretendidamente cruda y objetivamente deleznable y perfectamente olvidable.
            Para el caso, me quedo con La Ciudad y los Perros, Los Cachorros y hasta con los elogios (imposibles de compartir) hacia Fujimori o el milagro chileno. Puestos a elegir, siempre es mejor el original, aun si sus opiniones políticas son insostenibles y su visión de la realidad demasiado tendiente a la derecha.
            Pero, por supuesto, no son estas líneas el lugar para hablar del autor, sino de su obra (que otra manera de ejercer de coprólogo).

Antes de comentar, escuetamente, la obra; otra consideración general se impone: la referente al género. La novela negra tiene pocos exponentes de lengua castellana y, en la mayoría de los casos, las obras se conforman con ser tristes parodias de la escuela norteamericana.
            Adentrándonos ya en El Miedo a los Animales; la novela se comenta, queda escrito, escuetamente. Para no cometer el pecado de contar la obra en estas líneas me limito a consideraciones generales.
            La primera se impone, la novela es un ensayo de crítica al submundo literario mexicano, en la cual la historia policíaca (supuestamente central) no es más que mero pretexto para que autor deje aflorar todo aquello que, eso es seguro, jamás sería capaz de reconocer en cara de los verdaderos nombres que dan rostro a sus personajes (la escena se antoja ridícula; Enrique Serna llamando prepotente y dictadorzuela a Elena Poniatoska).
            La historia está llena de huecos, para no cansar comento únicamente tres (que no venden, además, argumento alguno):
-El asesinato de un gacetillero que nadie (ni sus más cercanos amigos) lee no podría levantar tal revuelo en el sexenio de Salinas de Gortari (perdón; Jiménez del Solar), época en la que concepto intelectualidad pasó a un cuarto plano en el panorama nacional.
-Fundación Cultural Televisa empezó a funcionar en la década de los 90 (para ser precisos, en 1992); lo que hace imposible que uno de los personaje haya trabajado para un mandamás estadounidense de ella diez años antes del tiempo en que se desarrolla la novela (últimos años del sexenio Salinista -perdón de nuevo; del sexenio de Jiménez del Solar-).
-Entre el surgimiento del EZLN (y, por consiguiente, del Sub Comandante Insurgente Marcos como tema de platica literaria), 1994 y la llegada de Lozano Gracia a la PGR (Procurador de extracción panista), en el mismo año, con la entrante administración de Zedillo (que nunca declaró la guerra ni llevó a cabo acción alguna contra su predecesor o los remanentes de su régimen); no existen los dos años que, según el texto de Serna, trascurren para el protagonista. Para 1996, Lozano Gracia había caído ya en desgracia, debido a los escándalos del Rancho el Encanto, de Chapa y de la Paca (está bien, la obra se publica en 1995, Serna no podía saber que todo esto ocurriría. El asunto es que, si se es incapaz de entender mínimamente el pasado o el presente, nadie debería aventurarse al ejercicio de una prognosis para la cual está negado).

Los personajes merecen la mínima mención; mal construidos y nunca bien justificados. El protagonista y sus antagonistas (tanto su jefe como el asesino misterioso) parecen sacados de una historieta satírica, antes que de la realidad misma.
Para finalizar, comentemos el final (eso sí, sin venderlo). Desde que el émulo de José Agustín es presentado se sabe su destino, por lo que sorprende lo forzado de su planteamiento. Dos y punto y final; pese a la larga cadena de infortunios, los buenos siempre (conviene le resaltado; SIEMPRE) ganan.

Mario Stalin Rodríguez

2004

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miércoles, julio 08, 2015

críticos y criticados 04

Como ya he dicho antes, en algún momento del pasado (por allá del 2004), me vi ante el reto de comentar críticamente una serie de textos de autores más o menos reconocidos dentro del mundillo literario de México. Queda dicho, también, que tal vez hoy escribiría estos textos de manera distinta, pero con idéntica mala baba, porque, finalmente, el papel dela crítica, siempre me ha parecido, es criticar.

LA MUERTE DEL CUENTO
 
Homero Aridjis; La Santa Muerte. Sexteto del amor, las mujeres, los perros y la muerte; Ed. Alfaguara, México 2003.

Esto es una opinión personal; no verdad universal, ni argumento irrefutable. Es una opinión personal, sustentada en una bibliografía específica y vivencias únicas; nada más, pero nada menos.

La idea es analizar y relacionar los personajes de los relatos de Aridjis con la realidad mexicana, lo que implica, por supuesto, tomar por separado cada uno de los cuentos que componen la antología y analizarlos como estructura única. Esto se hará más adelante, sin embargo; dos cuestiones que interesan a la generalidad de los relatos se imponen.
            Estas cuestiones son la megalomanía (o todo cabe en un relato sabiéndolo desquiciar) y la autorreferencia (o la única persona digna de cita es uno mismo). Lo primero se observa en todos los relatos; todo lo relacionado debe caber en ellos, si se habla del narcotráfico entonces debe haber inclusión de todos los personajes relacionados a tan obscuro submundo, desde el político corrupto hasta la sacerdotisa de la santa muerte (sic), sin importar que esto reste agilidad, coherencia y verosimilitud al relato.
            Si se habla de un fotógrafo viejo, entonces deben caber desde Tina Modotti hasta Willian S. Borroughs (y toda la generación Beat), pasando por los nazis (el escuadrón 201 no se incluyó, probablemente por estar de servicio en el Pácífico). Si se habla de los niños de la calle habrá entonces drogas, resistol, violaciones, perros callejeros extrañamente letrados (de eso se habla más adelante), prostitución infantil, guerras de bandas, corrupción policíaca y etcéteras varios, todo encerrado en el mismo paquete.

La utorreferencia es un ejercicio difícil y, en la mayoría de los casos, de resultados execrables. Condenable si se presenta malograda en donde sea, desde José Alfredo (que me toque otra vez 'la que se fue') hasta Elefante (que toquen otra vez 'el abandonado'), desde el cine comercial holliwodense (tan autorreferente e impersonal, que todo él es ya sintagma fijado) hasta las constantes autoparodias de Wody Allen.
            En literatura, lamentablemente, la autorreferencia es un mal crónico. Se encuentra presente en la poesía beat (para estar ad hoc con Aridjis) y en las novelas de José Saramago. Aridjis no sólo no se salva de tal padecimiento, sino que parece regodearse en su enfermedad.
            En cada relato encontraremos referencias a otros, anteriores o posteriores en el índice. Incluso las frases se repiten (en México hay asesinatos, pero no asesinos) y las ideas y personajes (travestidos asesinos, extranjeros pedófilos y etcéteras infinitos). Incluso las vidrieras de Amsterdant tiene su dosis de repetición (La Calle de las Vidrieras podría haber sido escrito por Adrián, personaje de El País de los Diablos).
            El punto máximo del ego se encuentra en utilizarse a sí mismo de epígrafe; El perro es el único animal que vive con su dios, pero ningún perro ha imaginado su paraíso.

Las anteriores son consideraciones generales que pueden ser observadas en todos y cada uno de los relatos; estos, tomados individualmente y analizados únicamente por sus personajes, ofrecen no pocos bemoles.

La Santa Muerte
¿Cuántos personajes aparecen en este relato? La única respuesta posibles es, ya se ha sugerido; Todos, o casi. Están aquí el general encargado de perseguir narcos, convertido en triste pelele de los capos, el obispo coludido con el crimen organizado (¿para qué hacerlo triste obispo de una triste arquidiócesis? El Nuncio Apostólico debe sentirse muy devaluado), el político corrupto (no, en realidad no es reflejo de ninguno real, sólo una triste caricatura del ridículo estreotipo que Aridjis tiene de un político corrupto. Que lamentable desperdicio de licencias literarias). Están todos, amontonados y mal planteados.
            Esto debió entrar en la sección de consideraciones generales. En todos los relatos los personajes están mal planteados y pésimamente construidos. En la fiesta todo mundo habla como egresado de alguna carrera universitaria (probablemente Letras Hispánicas, Antropología o alguna rama similar), sin importar si es pistolero, gatillero, capo, político, obispo, puta o periodista (la apoteosis; un narco que no ha abierto un libro en su vida, contando chistes sobre Lolita y Navocob).

Una observación que poco tiene que ver con los personajes. Haciendo caso a datos manejados por investigadores y periodistas; el fenómeno del narcosatanismo (sic), es decir; la relación entre narcotráfico y rituales paganos (omitiendo, por supuesto, a Jesús Malverde, que hasta su capillita y rito público tiene) es, en realidad, privativo de grupos pequeños y de escasa influencia.
            La mayoría, si no es que todos, los capos importantes de México (la DEA dixi) son profundamente católicos y, de hecho, persiguen y aniquilan a las pequeñas bandas de fanáticos de ídolos falsos que incursionan en el mercado de la droga.
            Es decir; la figura de la Santa Muerte (rito, por otro lado, hsata tiempo recientes, prácticamente exclusivo de ciertos barrios de la ciudad de México) nada tendría que hacer en este u otro relato (El País de los Diablos), ni mucho menos el ritual de sacrificio humano pésimamente descrito y ambientado al más puro estilo de película serie B.

Inventando el Pasado
El relato, en realidad, tiene tres personajes; el fotógrafo, su esposa pintora y el periodista (que debe trabajar para un periódico del País de Nunca Jamás, pues pese a recibir llamados de urgencia por parte de su editor desde Noviembre, para Febrero sigue con la nota biográfica inconclusa); aunque los dos primeros parecen confundirse y del tercero sólo sabremos de su existencia (pese a ser el narrador) hasta el segundo capítulo (su profesión se revelará hasta bastante avanzado el relato y mucho después el motivo de su presencia en la escena).
            Mucho no hay que decir que no se haya sugerido ya; el pretendido retrato de una intelectualidad exiliada y decadente se pierde en escenas de patetismo senil.
            Pero eso sí, de nuevo; todos están ahí: Diego Rivera, Borroughs, Modotti, Kalo, los nazis; todos hacen su fugaz o trascendente aparición; incluso el terremoto de 1985 y la amenaza intangible que corrió a los dos hermanos en La Casa Tomada de Cortázar; presentada en forma de toldos de plásticos de colores en las ruinas de un edificio.

Los personajes no se justifican ni a sí mismos ni mucho menos a los ojos del lector. Ridículas parodias de personajes secundarios de un relato inexistente en el cual, la ciudad sería necesariamente la protagonista única.

Una Condición Excepcional
No me detengo demasiado, el relato es una forma demasiado rebuscada de contar un chiste viejo: ¿Cómo matas a un argentino? Lo subes hasta la punta más alta de su ego y lo dejas caer.
            Para el caso, me quedo con el original; con la ventaja adicional de ser corto.

El Perro de los Niños de la Calle
De nuevo todos están aquí; cualquier individuo que por casualidad se cruce en el mundo de los niños en situación de calle encuentra en este relato su ridícula caricatura, su exagerado reflejo. Se exagera la repugnancia y la indiferencia, como se exageran también la miseria y la solidaridad y los golpes que entre ambas, más la realidad, propina a estos niños.
            Todo en el relato es patético, las historias, los personajes y hasta los escenarios; movido más por el deseo de causar lástima que por el de motivar una reflexión válida por necesaria, Aridjis se deja llevar, de nuevo, por el patetismo.

Los personajes son falsos (desde el perro narrador en primera persona, hasta el travestismo forzado de un Toloache increíble). Nada en su lenguaje revela su condición; la dueña del perro (recordemos, una infante prácticamente analfabeta) incluso sabe que la Plazoleta de San Diego fue, en algún momento, quemadero de la inquisición; dos personas que salen de una noche de opera en Bellas Artes son capaces de mantener dos páginas de un diálogo plagado por completo de lugares comunes.
            Ni la ciudad retratada en las excesivas páginas es real; quien suponga que existen letreros de fuera de servicio para los relojes del trasporte subterráneo de esta ciudad, es porque nunca ha viajado en sus atestados o pretendido checar la hora en un reloj capaz de marcar las 33:70.

El relato parece una combinación de La Vendedora de Rosas (Colombia, 2000), película también rebósate de patetismo inútil; y la serie televisiva Vida de Perros (tan mala que no logró pasar de la primera temporada).

Las Calle de la Vidrieras
Tampoco en éste me detengo demasiado; para descripciones de Amsterdant y sus costumbres (el barrio rojo incluido), prefiero la hecha por Vázquez Montalbán en Tatuaje (Ed. G.P., España 1976), de la serie de Pepe Carvallo.
            Para pintores que dan un nuevo sentido a su vida, a determinada y larga edad, prefiero el Manual de Pintura y Caligrafía de Saramago (Ed. Alfaguara, México 2000).

El País de los Diablos
Prefiero terminar estos párrafos pronto; así que dejemos el análisis de este relato en las preguntas que de su lectura surgen. ¿Todo creador original debe ser, además, un depravado? ¿Todo travestido debe ser, además, pedófilo y asesino? ¿La estatua de la Santa Muerte de la casa del anticuario era la misma que la del altar pagano de la mansión del narcotraficante de un relato anterior? ¿qué tiene que ver una actriz porno holandesa con todo esto?

Mario Stalin Rodríguez
2004

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miércoles, julio 01, 2015

críticos y criticados 03

Confieso que los dos posts anteriores (aquí y acá) fueron motivados porque, echando un ojo en mis archivos, me encontré una serie de escritos de crítica literaria de 2004. Artículos que hoy, probablemente, escribiría de manera distinta, pero con idéntica mala baba... Textos que recupero, porque ilustran bastante bien el cómo percibo debe ser la crítica.
LETRAS ASESINADAS

(o de cómo leer la mala lectura sin morir en el intento)

Roberto Bolaño (2003); Putas Asesinas; Ed. Anagrama, España.

Stanislaw Lem proponía, en Vacío Perfecto, que el mundo se encuentra saturado de creaciones artísticas. Lo que en sí no es malo, el problema real empieza en el momento de intentar extraer lo verdaderamente sublime del resto.
            La mayoría de las creaciones de arte, dice Lem, y en particular, casi la totalidad de la literatura que nos inunda es, en realidad, basura. Letras inútiles cargadas de personajes intrascendentes. En el peor de los casos; manuales técnicos para vivir la vida equivocada.
            La solución, continuaba el polaco, no puede ni debe ser la censura; finalmente toda creación artística merece ganarse el derecho de existir. Pero no podemos tolerar que los estantes y libreros sigan llenándose de literatura fácil, barata y mala (que no necesariamente van juntas).
            La solución, concluía el autor de Siberiada y Solaris, es que quien tenga deseos de crear literatura y verla publicada pague por ello, en precios que ascenderían de acuerdo al número de obras publicadas. Así, sólo quien verdaderamente considerara que el mundo no puede ser mejor sin su obra se atrevería a publicarla.

En general es difícil estar de acuerdo con la idea de Lem; el inmenso montón de mierda que debemos aguantar en las librerías es a penas precio justo para encontrar en ellas, de vez en vez, Puedo escribir los versos más tristes esta noche...
            No debe tomarse demasiado en serio las propuestas del novelista; finalmente están contenidas en un libro, Vacío Perfecto, creado por el polaco para comentar libros que nunca existieron; ensayos de ideas no concluidas. Sin embargo, ante determinadas obras (éstas sí, lamentablemente, existentes), la idea parece justificada.

Putas Asesinas de Roberto Bolaño no es sólo una mala antología de cuentos, es un síntoma; ejemplo paradigmático de una manera de escribir pretendidamente comprometida, pretendidamente iconoclasta y pretendidamente cruda; que podrá tener sus obras maestras (no conozco ninguna), pero que en general solo produce jaquecas (cuando no somnolencia).
            La mayoría de los relatos nos llegan incompletos, con historias inconclusas y personajes nunca desarrollados o justificados. Plagados de subhistorias, ninguna de ellas terminada.
            Sus personajes centrales son siempre periféricos, sin la mínima capacidad de acción antes los hechos que se les presentan; en muchos casos, ni siquiera la cualidad de la reacción.
            Se podrá argumentar, tal vez no sin razón, que así se nos presenta la vida; que de ella tampoco conocemos justificación y que ante ella tampoco tenemos capacidad de decisión, acción o reacción. Para el caso, prefiero Vergüenza de Salman Rushdie; partiendo de la misma premisa desarrolla una mucho mejor literatura.
            Los cuentos juegan ineficientemente entre Los Cachorros y El Perseguidor. Literatura urbana que pretende presentarnos la vida tal cual es o narraciones de lo cotidiano que resulta lo fantástico.
            Pero Bolaño no es ni Vargaz Llosa ni Cortázar; sus personajes urbanos son tan auténticos que parecen mentira; su lenguaje, de pretendidamente veraz, suena siempre redundante y forzado, cuando no descaradamente falso.
            Sus acercamientos a lo fantástico son siempre infortunados; no se encontrará en sus párrafos el hombre que amanece con los pies diez centímetros abajo del suelo, ni aún siquiera el que vomitaba conejos. Por no hablar del golem que fabrica hombres.
            Por supuesto, elijo siempre a Cortázar y a Borges y cualquiera comparado con los cronopios o el Aleph resulta perdedor. Pero ante la prosa de Bolaño hasta la insufrible e imperdonable cursilería de García Márquez parece digna de encomio.
            Incluso su acercamiento futbolístico, temática tan propia de Villoro (a quien, además, dedica el plagio -perdón, relato-), resulta redundante. Para el caso, prefiero el Best Seller y Área 18 de Fontanarrosa, por no hablar del Semblanzas Deportivas o El Fútbol es Sagrado del mismo argentino (en el segundo, por cierto, hay también un africano que realiza rituales paganos y un argentino que se lesiona y se va de putas -aunque, eso sí, no como personajes del mismo relato-).

Lo anterior es apreciación subjetiva; producto de mi bibliografía personal y, si se quiere, de una imperdonable pedantería. No pretendo entrar en debate, en buena medida porque, después de leer el libro y redactar estos párrafos, me parece dedicar demasiado tiempo a temáticas que lo valen.
            Queden estos párrafos, únicamente, como registro de mi opinión subjetiva y quede este párrafo como final de estas líneas.

Mario Stalin Rodríguez
2004

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